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ADVENTURE (Television, 1978)

Artista: Television (C)

Fecha de Grabación: Noviembre de 1977

Fecha de Lanzamiento: Abril de 1978

Discográfica: Elektra

Productor: John Jansen, Tom Verlaine

Calificación: 8.5

 

 

 

 

 

 

 

Era: Punk y New Wave (1976-1989)

Subgénero: Punk

Mejor canción: Carried Away

Canciones: 1) Glory; 2) Days; 3) Foxhole; 4) Careful; 5) Carried Away; 6) The Fire; 7) Ain’t That Nothing; 8) The Dream’s Dream.

 

Adventure debe ser uno de los segundos discos más raros producidos por una banda de alto calibre como lo es Television. Y es que más bien se siente como un cuarto o quinto trabajo, en el sentido de que parece haberse disipado una gran parte de la tremenda energía y rabia adolescente —aunque, a la vez, fría y calculada— que manifestaba su debut, Marquee Moon.

Da la sensación de que en 12 meses los tipos envejecieron más bien 15 años, como cuando alguna banda de renombre baja los decibeles y entra en su llamada etapa de “madurez”, como suele decirse. Pero cabe aclarar que esto no lo señalo de forma despectiva, sino sólo como una forma de describir el cambio tan radical entre un disco y otro. El cambio es tan pronunciado que suenan casi a una banda distinta, pues se trata de un disco mucho más sutil y luminoso, con más baladas y, hay que decirlo, con un nivel que no iguala la calidad irrepetible de Marquee Moon. Aunque lo cierto es que cualquier otro disco que le hubiera seguido, de igual forma habría palidecido en comparación.

Recordemos también que Marquee Moon fue un trabajo que literalmente les tomó años construir, pues tuvo que pasar bastante tiempo para que la banda pudiera pulir por completo aquellos épicos ocho temas y adquirieran la forma que hoy les conocemos (los primeros demos con Brian Eno, por ejemplo, no le llegan ni a los talones al producto final). En pocas palabras, fue el trabajo de sus vidas.

Adventure, por otro lado, les llevó menos de un año en producir, y por lo tanto, hay un cierto bajón cualitativo respecto a su predecesor. Sin embargo, se agradece que Tom Verlaine y compañía, en lugar de producir un Marquee Moon 2.0 y apegarse a una fórmula de éxito seguro, más bien decidieron arriesgarlo todo, pues en este trabajo básicamente le dieron la espalda a un estilo musical que hasta entonces resultaba único e inimitable no sólo dentro del post punk y el rock alternativo de finales de los 70’s, sino en todo el rock en general. Porque si bien, su sonido en este segundo disco se suaviza un poco, no quiere decir en absoluto que el grupo haya caído en el ’sell out’ ni nada por el estilo, sino que simplemente decidieron transitar por territorios sonoros y artísticos distintos.

Se siente, de hecho, como una especie de transición entre el ya entonces agonizante punk y lo que pocos años más tarde se denominaría como new wave, con la única excepción de que los sintetizadores característicos del género, brillan por su ausencia. Es de hecho todavía un disco bastante guitarrero, sólo que aquí los característicos pasajes minimalistas de Verlaine y Richard Lloyd no alcanzan la misma espectacularidad y complejidad.

El tema de apertura, Glory, es precisamente un buen ejemplo para darse una idea de la transformación del grupo: la melodía principal es bastante accesible y sutil, mientras que las guitarras de Lloyd y Verlaine ya no son las protagonistas absolutas, sino que son sólo parte de un todo. Las líneas de guitarra se entrelazan con las secciones vocales de tal manera que por momentos la voz de Verlaine queda enterrada entre las capas de guitarra y la prominente línea de bajo. Y es ahí donde surge también uno de los puntos más flacos del álbum: su producción, la cual se queda corta respecto al inmaculado trabajo que Andy Johns había hecho para Marquee Moon.

De igual forma, Days nos muestra otra faceta del grupo: una en la que ya no son solamente unos mancebos despreocupados por la vida y que se pasean por Nueva York en busca de problemas. En su lugar, encontramos aquí a un Verlaine más contemplativo y que sabe que sus días como adolescente han quedado ya muy atrás —para entonces, tenía ya casi 30 años y recordemos que la mayoría de las canciones y las letras de Marquee Moon habían sido escritas desde muchos años antes a su lanzamiento oficial, en 1977. Las guitarras sorprenden ya no por su espectacularidad, sino por la forma tan bella y sutil con la que los arpegios se entrelazan, suben y bajan de intensidad para conformar una atmósfera agridulce y muy melancólica.

Luego llega Foxhole a interrumpir bruscamente el mood de los dos temas anteriores, siendo el único tema que se siente como una continuación directa del disco pasado por sus estridentes y rabiosas guitarras, que de alguna manera simulan el implacable paso redoblado de un soldado. Líricamente es toda una rareza dentro del catálogo del grupo, pues, por un lado, su lectura es clara y no hay que quebrarse tanto la cabeza para captar su mensaje (algo atípico en los versos de Verlaine), y por otro, lleva consigo una clara crítica antibélica que se refiere al habitual lavado de cerebro al que los soldados son sometidos dentro de cualquier ejército. Es uno de esos temas que tardan bastante en gustar y crecer dentro de uno, pero es definitivamente uno de los mejores del disco.

Careful vira de nuevo en una dirección completamente opuesta y nos ofrece una melodía tan mona que raya en los sonidos hippie-flower-power del San Francisco de los sesentas, con la excepción de que las letras son por completo pesimistas y sugieren un total aislamiento del mundo exterior y la realidad: producto del estrés post traumático que lleva consigo un rompimiento amoroso. El destello humorístico viene con la broma de doble sentido que Verlaine nos juega a mitad del tema (“I need that girl more and more / ’Cause when she whispers in my ear, it gets so hard, it gets so hard… to get out of bed”), cosa que recuerda de inmediato el chiste similar que había hecho antes en Friction.

La temática amorosa es continuada en Carried Away, aunque esta vez con total seriedad. Es quizá, y de hecho, la balada definitiva de Television. Simple, desnuda musicalmente, casi como un tema del Lennon del Plastic Ono Band. Su belleza radica principalmente en su letra y las espléndidas alegorías de Verlaine: “Alguna vez tuve un barco, sí, tuve un mapa / Tenía al viento como un árbol tiene savia…”, y prosigue con sus delicadas referencias alquímicas: “Esas habitaciones estuvieron siempre heladas y oscuras / Pero dónde estábamos nunca importó / Tu cabeza era dorada”, refiriéndose, a su vez, a la aureola o aura dorada propia del arte sacro. El piano de Tom toma un rol protagonista, el tema se prolonga instrumentalmente, diluyéndose poco a poco, como las memorias de quien recuerda lejanamente a un amor que murió hace años, o tal vez décadas atrás.

La épica The Fire es otra balada que continúa la catarsis con una imaginería muy críptica e incluso más decadente que el tema anterior. La slide guitar chilla de forma lastimera y, junto a la poesía impresionista de Verlaine, confecciona una atmósfera opresiva casi gótica. La letra, como de costumbre, es melodrama puro (“You caught the voice I listen close / All I heard was the echoes / Praise emptiness / Her rose-colored dress…”).

Ain’t That Nothing relaja un poco las aguas con un carácter mucho más despreocupado, aunque es también el tema más flojito del disco, pues trata de emular los juegos de guitarra del disco pasado, aunque sin tanto éxito. Sin embargo, su ritmo saltarín de bajo y batería y su contagiosa melodía son muy rescatables. Parece una toma descartada del Marquee Moon, lo cual, de hecho, es bueno.

Por último, The Dream’s Dream es otra de las cumbres del álbum. Con su estructura hipnotizante y delicado trabajo guitarrístico, logra precisamente lo que su título sugiere: una especie de trance o sueño letárgico. La letra es brevísima, sólo unas pistas arrojadas por Verlaine que apenas tienen sentido, por lo que se trata de un tema casi por completo instrumental. A mitad del recorrido, alcanza un exquisito clímax con el solo de Lloyd, para finalizar con dos minutos más de una placentera atmósfera ambient con apenas unas cuantas notas solitarias de piano y un sencillo ritmo de bajo con slides ocasionales, demostrando que para generar un gran paisaje sonoro no se necesita de una infinidad de pirotecnias instrumentales ni artilugios del estudio. Una forma delicada y bellísima de culminar el disco.

 

Adventure, como un todo, no logra el mismo impacto inicial que su hermano mayor. Es el problema de cualquier disco que es publicado luego de un debut que roza la perfección. Pero aun así, es un trabajo con méritos propios y que se descubre de a poco, escarbando entre sus múltiples capas, prestando atención a los detalles y a sus ambiguas letras; por lo que resulta absolutamente recomendable —y necesario, me atrevo a decir— si es que el debut de estos cuatro fue de tu agrado. Cabe aclarar que, después de la grabación de esta placa, la banda sufriría una prolongada ruptura que duraría hasta 1992, por lo que estos ocho temas, por su contexto, generan también cierto aire nostálgico, pues por mucho tiempo, las posibilidades de que el grupo se reuniera se antojaban muy lejanas. Aunque, para sorpresa de muchos, 14 años después, Television volvería para dar a luz a su tercer y último vástago.

 

“It was noon at midnight. The day that never ends”

 

Por el Hombre Mojón

19/Feb/2015 

 

 

 

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