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REAL DE CATORCE (Álbum, 1987)

>Artista: Real de Catorce (B)
Fecha de Grabación: 1987
Fecha de Lanzamiento: Diciembre 12, 1987 MEX
Discográfica: Discos La Mina (Independiente)
Productor: Real de Catorce y Carlos Núñez
Calificación: 
10 (MUST HAVE)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Era: 80's Rock en Ñ Clásico

Subgénero: Blues Rock 

Mejor Canción: Azul o Mujer Sucia

Canciones: 1) Azul; 2) Me Miraba a los Ojos; 3) Flores en la Ventana; 4) Soledad y Sol; 5) El Halcón; 6) Paria’s Blues; 7) Mujer Sucia; 8) El Lobo.

 

Ahhh.. les traigo la reseña de este primer disco de Real de Catorce, una exquisita joya del Blues en español. Los que desconocen por completo el trabajo de esta banda, ésta es quizá la mejor recomendación que les puedo hacer desde La Caverna.

Este disco es el más cadente, el más cargado de blues puro, sin experimentación con otros géneros, y que va llevando a través de atmósferas lentas y aterciopeladas, con las letras incisivas y sexosas de José Cruz, los riffs perfectos e incendiarios de José Iglesias, Carlos Núñez, quien fungió comod irector musical del disco, es también quien hace todos los requintos, y todo el ímpetu de una banda que ya llevaba tiempo recorriendo los escenarios conformando un estilo único de blues pero a la vez con la energía de unos jóvenes que deseaban mostrar lo mejor de sí. Así pues, el disco reúne lo mejor del material que Real tenía en ese momento, se puede decir que es el más conservador debido a que prácticamente no hacen fusiones ni experimentación con otros géneros, pero por sí mismo es un disco revolucionario al romper las fronteras del idioma y el tabú que tenían en general los compositores latinoamericanos al abordar el género. El relativo éxito que tuvieron con el material, que se distribuyó prácticamente en copias de cassettes con portadas de un cactus hechos a mano y en algunas pocas estaciones de radio que los programaron, les daría más confianza en futuras producciones para fusionar sonidos más latinos sin caer en excesos, como Santana, sino respetando siempre la esencia del blues aunque comenzaran a incorporar otros matices.

 

José Cruz estuvo desde principios de los 80’s creando bandas como “Arrieros Somos” y “Banco de Ruido” con los que no logró trascendencia, pero en los que empezó a desarrollar su talento lírico. En 1985 logra reunirse de grandes músicos para un proyecto más cargado de blues, llamado Real de Catorce. Estos primeros integrantes, que fueron fundamentales para el sonido de la banda son Fernando Ábrego en la batería, quien estaría presente en el resto de las alineaciones y hasta la disolución de la banda; José Iglesias como requintista, con un enorme talento, lleno de arreglos y buenos requintos que ayudaron a darle un sonido propio a la banda, con solos verdaderamente virtuosos y lleno de una magia en sus sonidos, que ya no se repetirían tras su salida después de grabar el Azul/Rojo en vivo; Severo Viñas estuvo a cargo del bajo, creando formidables bases rítmicas y grandes riffs que daban soporte a los solos de guitarra y armónica. Tenía una gran capacidad de improvisación y un gran talento para ir llevando los tiempos de las canciones, haciendo desde memorables riffs sobre los que se apoyaba toda una canción, pasando por estructuras sencillas cuando lo que se requiere es crear atmósferas (como en éste álbum) hasta increíbles improvisaciones llenas de lumbre que estallan de la nada. Su sonido fue fundamental para la experimentación con otros géneros ya que, aunque las guitarras siempre hacían blues, gran parte de la responsabilidad de darle un matiz distinto recaía en él.

 

Según la leyenda, José Iglesias fue quien dio nombre a la banda tomándolo del pueblo minero abandonado en San Luis Potosí, donde se acostumbra a ir en búsqueda de la experiencia sensorial con el Hikuri (Peyote) guiados por los viejos chamanes del lugar; aunque él mismo comentaría antes de morir que fue el nombre el que los encontró a ellos, y la verdad es que es un nombre que define a la perfección su música. La banda salía maquillada en sus primeros conciertos a la usanza de los chamanes indígenas de San Luis, y dichas presentaciones se convertían en un verdadero ritual, una comunión con sus seguidores en una experiencia mística, en las que las notas de blues, la marihuana flotando en el ambiente y la manera en que la banda hacía estallar la música dejaba a todos los asistentes sin saber qué había pasado exactamente, pero siempre salían extasiados por la excelente actuación, por la tremenda personalidad del vocalista y por la calidad de la música, gracias a lo cual Real de Catorce se comenzó a formar una gran base de seguidores en los círculos underground.

No estoy seguro si el 12 de Diciembre de 1985 fue su primer concierto como banda o el primer concierto en el mítico salón Rockotitlán semillero de varias de las mejores bandas de México. Lo que sí es que esta fecha fue un éxito tremendo y lo tomaron como una fecha conmemorativa para hacer todos los lanzamientos de sus discos. Presumiblemente en Rockotitlán los escuchó el joven Saúl Hernández con las aun “Insólitas Imágenes de Aurora”, y quedó tan impresionado que ya al crear Caifanes, tomaría muchos elementos de los rituales chamánicos de Real para sus propios conciertos, a los que también llamaba “rituales”.

Ese par de años les sirvió para pulirse y crear grandes canciones para lo que sería su primer álbum, el disco homónimo lanzado el 12 de Diciembre de 1987. El LP es corto, con apenas 8 temas, pero todos ellos de excelente manufactura, con temas en su mayoría lentos, elegantes, con letras atrevidas, poéticas y eróticas que se volverían el sello de la casa. Ahondando un poco más en el aspecto lírico de este disco, a pesar de ser ya poesías redondas y muy bien acabadas, aquí no luce tanto ese sello de introspección, pesimismo y referencias a la muerte que inundarían cada vez más los discos. Por lo mismo, es el disco más “impersonal” y además el más cercano a una raíz pura del blues. Algunos consideran esto una ventaja que lo coloca como el mejor disco de estudio, aunque hay gente que prefiere los sonidos mas meztizados de discos como Contraley o el Nueve. Yo de momento, no me decido por este y el Contraley como los mejores de estudio.

 

El álbum abre con un verdadero diamante: “Azul”. Esta es la mejor canción del disco y una de las mejores de todo el catálogo de Rd14. Tiene un requinto en la intro verdaderamente celestial por parte de Carlos Núñez, tan ardiente como la atmósfera que logra la canción. El requinto de la introducción es una caricia con guantes de seda, es la silueta de esa mujer de la que canta José Cruz: “Su vestido bordado de noche / el cigarro encendido en un beso carnal… Un rasguño en la media / navegando la espera la viuda del Blues”. La música no hace sino complementar con una atmósfera cargada de nostalgia, erotismo, noche y cabaret estas letras de Cruz. El requinto del 2:10 es un deleite comenzando con un vibratto y dándonos uno de los más impresionantes e inspirados solos de Núñez… Por cierto, la voz de José, sin ser el cantante más impresionante del mundo, queda perfecto para este tipo de atmósferas, dominando los tonos medios y utilizando sus limitaciones para hacer tonos bajos cuando requiere susurrar o altos cuando grita. “Azul, Azul y una voz que entristece al cantar…” Un sax se incorpora a la canción haciendo un ambiente aún más nocturno y sensual. Al 3:40 hay un puente con unas escalas de la guitarra, mientras la batería va creando tensión para reventar en un solo de saxofón.

La segunda canción es “Me Miraba a los Ojos”, que inicia con esos susurros al oído de Cruz. La canción lleva un guitarreo que va acompañando el fraseo triste de la voz. El bajeo es bueno, aunque con demasiado eco a mi gusto, lo cual le da un aire demasiado ochentero, pero en cuanto a ejecución, Severo Viñas luce perfecto y se hecha al hombro la canción, haciendo las escalas del riff inicial y en las variantes del coro, además de lucirse con slapeo durante el solo conjunto entre armónica y guitarra al minuto 2, donde de hecho, son tres los instrumentos haciendo solos al mismo tiempo. Las letras nuevamente están llenas de un ambiente nocturno y de desolación, de amores de una noche… “Empapada en el miedo / Sin fondo en el alma / Le vi el rostro a sus palabras…” y la coda con el triple solo sa va desvaneciendo en un fade out que termina al 5:30. A pesar de su extensión y de no ser muy rápida, es muy dinámica y el tiempo se va volando. Esta canción es buena, pero en las interpretaciones en vivo se vuelve una maravilla.

La tercer canción es “Flores en mi Ventana” que inicia con una intro más guitarreada, un bajo profundo jugando con armónicos y nuevamente haciendo el riff base. La canción es lenta, y tiene más mérito en la poesía de las letras que en la armonía musical. Los instrumentos se van entretejiendo muy bien, creando tensión constantemente, pero sin estallar realmente en ningún momento, y más bien creando un fondo para esos pequeños estallidos de voz. Vale la pena escuchar esta canción con audífonos: Al minuto 2 la guitarra hace unos efectos que van cambiando de un oído al otro y se inicia un como puente musical donde se escucha incluso un solo de flauta, que ignoro si es José Cruz o alguien más. Sin ser una obra asombrosa, es una pieza muy relax y atmosférica, con aires nuevamente oscuros y pesimistas y donde los instrumentos se tejen a la perfección. Aquí me gusta en particular la manera en que la batería de Ábrego va creando lentos cimientos, y haciendo repentinos adornos más bien jazzeros. Hacia el final entra un poco de ritmo más en forma, pero sin acelerarse demasiado, y las risas psicóticas de José dan pie a un cierre repentino.

Sigue “Soledad y Sol”, una canción que inicia lenta, muy lenta, con un arpegio muy sutil en la guitarra y los tonos más bajos de la voz de Cruz, quien parece recitar más que cantar estas primeras líneas. Al 1:25, después de que realmente se nos ha metido el día gris al fondo del alma, la canción estalla sin previo aviso y alcanza una vertiginosidad inesperada. Fernando Ábrego hace una implacable base de batería, que parece más disco que blues, pero entre guitarra y bajo mantienen un riff oscuro y no tan lejano al blues rock. Al 2:20 la canción da un bajón de ritmo para un puente donde repica el bajo, mientras guitarra y voz hacen un breve diálogo. Viñas va insertando slapeos a lo largo de la canción, que le dan un aire muy funky y ochentero a la rola, pero que le dan a la vez cierta elegancia. La canción ya no bajará, se mete en un ritmo intrépido y sólo hay un brevísimo respiro al 3:50 para comenzar con un requinto que suena a metralla de notas. Desgraciadamente el requinto desaparece en un fade out demasiado pronto para mi gusto al 4:10.

“El Halcón” es una de las rolas más movidas del álbum. Inicia con un riff furioso pero esta vez con tonos más alegres. La misma voz de José suena mucho más optimista. La guitarra prácticamente parece hablar en esta pieza, cargada con distorsión potente, mientras el bajo suena muy marcado al fondo. Al 1:20 la canción baja de ritmo para un puente aderezado con un teclado y los versos nostálgicos. Al 1:55 un tremendo redoble de batería vuelve a meter en ritmo la rola y al 2:20 hace otra aceleración para acabar en una coda frenética con el requinto aullando alegremente y de nuevo la canción se nos va demasiado pronto.

El sexto track es “Paria’s Blues” otra joya con gran carga bluesera, una atmósfera lenta y pesada, como esas nubes que se arrastran de noche ocultando el cielo. La letra inicia sin música durante los primeros versos, hasta que la instrumentación entra muy sutilmente al segundo 40. De nuevo la poesía es contundente y precisa: “Sorbiendo a tragos el olvido / Trazando penas de papel / Borrando nombre y apellidos / Está un cadáver de mujeeeeeeeeeer.” Aquí ya hay referencias a la muerte, pero de una manera lejana y en tercera persona, después lo hará como nombrando a una mujer, una vieja amiga que se sienta a su lado y le sigue la sombra. Al 2:45 viene el solo de Núñez, lento, afilado, hiriente. No es un relámpago con los dedos, pero sabe dar un gran sentimiento a las notas y crear sonidos llenos de blues con velocidad suficiente para ser bueno. Muy bueno. Luego Cruz en la armónica, demostrando porqué estaba considerado entre los grandes maestros de este instrumento no sólo en México.

La segunda mejor canción de este debut es “Mujer Sucia”. Aquí gran parte del mérito es ese riff oscuro y despiadado que hacen el bajo junto a una guitarra cargada de distorsión. La segunda guitarra va haciendo guitarreos y arpegios que nuevamente pueden sonar muy fechados en los 80’s, pero que a mi gusto también le dan bastante distinción. En el coro el ritmo se desacelera y las letras aquí son un resumen del aura de la canción “Mujer Sucia… de Cabaret, fiera ladrona, escúchame / esta nocheeeeee…” hablando con total naturalidad de los bajos fondos y la prostitución, incluso blasfemando y ganándose la condena por parte del clero y las buenas consciencias. Pero bueno, ultimadamente el blues nunca ha sido para las buenas conciencias! Casi se sienten las luces rojas de neón parpadeando fuera de una ventana… Lo curioso es que Cruz no aborda el tema de la misma manera que Sabina. No es cínico ni usa la autoburla, sino que logra impregnar todo de frescura y elegancia, de una poesía que no es denigrante sino elevando la escena, convirtiéndola en un pasaje sublime. En el inevitable puente cargado de teclados canta: “Soy el número 80 / de una larga fila de amantes / Un muchacho solitario / Mal vecino del mundo / El enamorado de un negligé / de seda negra…” La canción vuelve después de esto al riff original. Sin ser muy rápido, es un arreglo realmente demoledor, y al cual se le agrega un sax que va haciendo constantes arreglos.

El cierre del disco es a cuenta de “El Lobo”, otro blues rápido, con una intro muy bien lograda, los versos cobijados en teclados, letras melancólicas y quizá más anecdóticas que el resto, añadiendo nombres (Eugenia) por primera vez. Está de más decir que algunas canciones están basadas en hechos reales, y está es la que hace referencias más específicas en este primer material. La música es excelente, con un muy buen ritmo, sin ser demasiado acelerada y un trabajo impecable de batería. Los arreglos de guitarra al final de las estrofas me encanta. Al 1:05 viene el puente (Real no hace coros, generalmente hace puentes o pasajes instrumentales) donde nuevamente se escucha el gran slapeo y es la batería quien hace un gran regreso al ritmo original. La letra es cada vez más íntima y personal. No es sexosa como “Azul” o “Mujer Sucia”, sino más bien la narración de una noche en la vida de un bluesero que se quiere matar en un bar, y que cada vez va logrando compenetrarnos más en dicho personaje y hacernos sentir esas imágenes. Una canción enorme que termina demasiado rápido, antes de llegar siquiera a los 3 minutos, pero que a mi gusto es la que logra una mayor conexión personal en este LP.

Un disco, como ya dije, sin desperdicio alguno. La producción es un arma de doble filo, ya que los ecos, la ecualización de bajo, el feed de la guitarra y otros detalles, suenan muy ochenterísimos, pero al mismo tiempo le dan un gusto muy refinado a la carga musical y de alguna manera hacen que las letras funcionen mejor. Una cosa es escuchar estos efectos en un disco de pop como Wham! Y otra en un combo que trata la música con tanto respeto y maestría. Real de Catorce seguirá evolucionando alrededor de lo que nos mostraron en este enorme debut, animándose a jugar con nuevos géneros, a añadir matices más latinos y a llevar al blues a extremos que nadie había intentado.

En fin, este es un MUST HAVE que la inmensa mayoría de gente no tiene. Creo que estas es la primera o una de las primeras reseñas de la red de este disco, así que espero que la misma refleje aunque sea un poco el espíritu profundo de este disco y espero que me tomen la recomendación, lo descarguen y me hagan llegar sus comentarios sobre él. Nuevamente, no soy alguien que sea fan de pedir esto, pero creo que vale la pena en este caso, si les gusta el material, tratar de comprarlo en original. Créanme que estas son joyas de colección que en algún momento valdrán su peso en oro.

Por Corvan 

20/Abr/2009

 

 

 

 

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