top of page

REFLEKTOR (Arcade Fire, 2013)

Artista: Arcade Fire (C)

Fecha de grabación: 2011-2013

Fecha de lanzamiento: 28 de octubre de 2013

Discográfica: Sonovox (Canadá), Merge (Estados Unidos)

Productor: Markus Dravs, James Murphy

Calificación: 9

Era: Indie (2001-???)

Subgénero: Indie Folk/ Indie Art (2001-???)

Mejor canción: We Exist (CD I), It’s Never Over (Hey Orpheus) (CD II)

Canciones: (CD I) 1) Reflektor; 2) We Exist; 3) Flashbulb Eyes; 4) Here Comes The Night Time; 5) Normal Person; 6) You Already Know; 7) Joan Of Arc

(CD II) 1) Here Comes The Night Time II; 2) Awful Sound (Oh Eurydice); 3) It’s Never Over (Hey Orpheus); 4) Porno; 5) Afterlife; 6) Supersymmetry


A menudo cavilo sobre una cuestión que me inquieta bastante, algo a lo que no dejo de darle vueltas en mi cabeza: pertenecemos a la última generación que observó el mundo antes de la era digital-tecnológica. Es decir, aquellos que nacimos entre los 80s e inicios de los 90s —a menudo etiquetados con cierto aire despectivo como millenials— somos los últimos que conocimos las relaciones humanas cuando aún eran tales, los que presenciamos la desmesurada transformación cultural global que futuras generaciones difícilmente entenderán en su debida magnitud.

Somos como trogloditas, y aún nos rascamos la cabeza intentando comprender cómo emplear todas estas nuevas herramientas sin convertirnos en sus esclavos, los testigos de un proceso de deshumanización que no sabemos a dónde nos llevará o cuál es su fin último. En ese sentido, quizá los estudios de generaciones que vengan nos percibirán como pioneros, como salvajes que exploraron territorio desconocido, creyendo muy ingenuos que dominábamos del todo nuestro entorno ultratecnologizado.

Estamos experimentando el que quizá sea el cambio generacional más intenso de los últimos siglos, y las alteraciones suceden con tal vertiginosidad que nos vemos superados, abrumados. Cuando el internet y las actuales tecnologías llegaron a seducirnos, sin darnos cuenta caímos en sus adictivas dinámicas y las adoptamos como propias. Pronto la vida nos pareció impensable sin todas sus bondades, y hoy muchos no concebimos nuestra cotidianidad sin el progreso tecnológico de los últimos 20 años. Pero poco a poco nos damos cuenta de que todo esto vino con un precio muy alto: una fragmentada y engañosa percepción de la realidad. Nuestra cosmovisión se convirtió en una representación, en una serie de imágenes irreales. El hechizo digital nos hizo adoradores de lo inmediato y efímero, de lo trivial y ligero.

¿Te has preguntado por qué desde hace algunos años la añoranza por el pasado —y todo lo que nos vincula a este— se manifiesta por todas partes? Ahora más que nunca tenemos una absurda cantidad de tributos al ayer: remakes de películas, reediciones de discos clásicos, reuniones de bandas disueltas hace años, adaptaciones cinematográficas de obras literarias, revivals de todo tipo de caricaturas, shows de tv y videojuegos, y hasta hologramas de artistas muertos. La razón es simple: aunque sea por un momento, todo eso nos transporta a una época en la que todo era más simple y auténtico, en la que carecíamos de una segunda vida virtual e intangible. Como diría un gran amigo mío: vivimos en la cultura de la nostalgia

Es ahí donde la música de Arcade Fire entra en la ecuación. Al igual que Thom Yorke, Steven Wilson y algunos más, Win Butler es una de esas voces incómodas y necesarias de nuestro tiempo. Su discurso se rige por una nostalgia justificada y no fortuita. Su retórica es el añoro por una era en la que los actos sagrados que le restaban al ser humano —el amor, el sexo, los vínculos personales, la música, el arte, la espiritualidad, la fe— aún no habían sido trivializados ni desvirtuados. Un tiempo en el que no estábamos a merced de los espejos negros y las imágenes reflectantes.

Este último término, la reflectividad, cobra vital importancia dentro del concepto que propone el disco. En esta era reflectiva, como la denomina Butler, la mayoría de las acciones que realizamos terminan siendo unilaterales, dirigidas a uno mismo: una proyección de nuestra persona, un reflejo. Las cosas que compramos y consumimos, las amistades virtuales que hacemos, las máscaras que adoptamos tras el anonimato de las plataformas supuestamente sociales. Pareciera que hoy estamos hiperconectados con el mundo, pero terminamos por sentirnos más solos que nunca. Miramos todo el tiempo al abismo, y las imágenes que nos devuelve son cientos de reflexiones deformadas de nosotros mismos.

Win Butler y Régine Chassagne escriben y componen desde la perspectiva de quienes se sienten ajenos a su propio mundo, desde el cristal de quienes no tienen a dónde ir, sencillamente porque el pensamiento generalizado tiende cada vez más hacia la homogenización tecnológica, inhumana e impersonal. No hay cabida para las emociones verdaderas y compartidas. No es normal ni hay lugar para un amor como el de ellos.

Sospecho que los trabajos de Arcade Fire tienen un hilo conductor que conforma una especie de obra única que los abarca a todos. Sí, en lo musical son trabajos muy distintos, al igual que sus temas centrales. Pero el sentimiento de desencanto por la modernidad permea cada una de sus grabaciones y termina estableciendo puntos de comunión entre todas, como si fuera un gran rompecabezas.

En este cuarto álbum suyo, la banda recreó el mito de Orfeo y Eurídice y lo representó desde la hostilidad de la modernidad líquida y de la era reflectiva. La elección no fue casualidad: la pareja griega es uno de los arquetipos definitivos del amor monogámico. Y en el siglo veintiuno, vivir el amor y llevarlo hasta sus últimas consecuencias es una hazaña casi equiparable al descenso de Orfeo a los infiernos y su intento por revivir y rescatar a su amada Eurídice. Bajo esta analogía es que transcurren las canciones de Reflektor.

Algo muy extraño sucede con este álbum: debajo de la parafernalia, los disfraces, las corrientes musicales disímbolas, las enormes máscaras que la banda usó en esa gira y la aparente frivolidad de varios de sus cortes, hay escondidas canciones tan emotivas y sinceras como cualquiera de las contenidas en trabajos pasados del grupo. Claro, hay un par de temas que bien pudieron ahorrarse —de hecho, habría sido un excelente álbum de un solo disco muy largo, como The Suburbs—, pero el resto es de lo más introspectivo y cohesivo que ha dado el grupo.

El primer disco es confuso, caótico. Apunta a todos lados y a la vez a ninguno. ¿Reflejo involuntario de los tiempos que intenta retratar? Muchos le atribuyeron a James Murphy —cerebro de LCD Soundsystem— el drástico cambio en el sonido del grupo, pero en realidad este solo participó activamente en “Awful Sound”. Lo cierto es que Win Butler y Régine Chassange fueron los mayores responsables de eso: sus viajes a Jamaica y a Haiti —tierra natal de Chassagne— influyeron demasiado en la pareja de músicos, y se nota de inmediato en lo musical y letrístico. Aún no está claro si la transformación será permanente o si solo fue una fase que el concepto del disco demandó. Pero aquí, en este cuarto larga duración suyo, el cambio es evidente.

La apertura con la pista titular es de altísimos vuelos: una gran melodía revestida de ritmos disco, percusiones propias de la música tradicional haitiana (denominada rara) y el clásico sonido afrancesado de la banda. El sello letrístico de Butler sigue ahí, intacto, y se manifiesta desde los primeros versos:

«Trapped in a

prism, in a prism of light

Alone in the darkness, darkness of white

We fell in love, alone on a stage

In the reflective age»

Chassagne se le une casi de inmediato y ambos continúan con más versos lapidarios que introducen la narrativa de Orfeo y Eurídice:

«Entre la nuit, la nuit et L'Aurore / (Entre la noche, la noche y el alba)

Entre le royaume des vivants et des morts / (Entre el reino de los vivos y de los muertos)

If this is heaven (Si este es el paraíso)

I don’t know what it’s for (No sé para qué sirve)

If I can’t find you there (Si no puedo hallarte ahí)

I don’t care  (No me interesa)

Otro detalle que no se puede pasar por alto es el excelente trabajo que David Bowie hizo con los coros. El fallecido músico apoyó al grupo casi desde sus inicios, y si no me equivocó; esta fue su única colaboración con ellos registrada en un disco de estudio.

Al respecto, Richard Reed Parry, multiinstrumentista e integrante fijo del grupo, contó una interesante anécdota para NME: en la época en la que estaban grabando el disco y que Bowie recién había lanzado The Next Day, “Reflektor” le gustó tanto que los “amenazó” con robarse la canción para sí mismo, en caso de que no se apresuraran a grabarla y mezclarla.

El británico incluso les ofreció ayuda con la canción, y esto se concretó en los discretos coros que pueden oírse ya avanzado el tema, casi al minuto 5. Las voces de Butler y Bowie se combinaron de forma más que acertada, y la mezcla me recuerda lejanamente a los estupendos coros que David hizo para “Satellite of Love”, de Lou Reed, en la que, de igual forma, agregó un toque en extremo elegante y sutil, carente de cualquier afán protagónico.

Después está “We Exist”, que permanece en los mismos niveles. Tanto en lo musical como en lo letrístico es brutal: desde los tres acordes iniciales (provenientes de tres guitarras distintas cada uno) hasta esa irresistible y perfecta línea de bajo —a la que más de uno ha encontrado similar a la de “Billy Jean”—, además del seductor juego de voces de Butler y Chasaggne. En palabras de su autor, trata sobre “un chico gay hablando con su padre [‘Daddy, it’s true / I’m different from you / But tell me why they treat me like this?’]”. Y por el concepto del disco, tiene mucho sentido —y es hasta necesario— que Butler toque un tema que sigue siendo tabú: el amor gay en el siglo XXI.

No se trata de un discurso panfletario que exija igualdad, sino que Win trata de plasmar el estigma que aún representa la identidad homosexual, y ya ni hablar sobre encontrar y experimentar el amor auténtico en esta era. Si ya es complicado para el individuo heterosexual que nadie mira mal, solo hay que imaginar cómo es la situación para aquellos que son marginados y discriminados todos los días.

Butler es un letrista brillante, y es capaz de burlarse de la intolerancia de la religión judeocristiana y hacer al mismo tiempo una analogía muy ingeniosa para el contexto de la canción: el beso (alegórico y homosexual, claro) de Judas y Jesús:

«You turn away, what could I say / Not the first betrayed by a kiss»

 

Y continúa:

«They're down on their knees

Begging us please

Praying that we don't exist»

Después, el gran nivel establecido por estos dos cortes (de 7:34 y 5:43 minutos respectivamente) decae en la que tal vez sea la sección más difícil del disco: “Flashbulb Eyes” y “Here Comes the Night Time”. El problema con ellos es que rompen de modo grotesco con las atmósferas establecidas en los 13 minutos previos. Pero además, dan la sensación de estar hechas a la medida solo para verse y escucharse lindas en vivo, para hacer más espectaculares los conciertos de la banda. Es una pena, porque el grupo va de lo sublime a lo más flojo del álbum, con dos temas de arreglos y cambios rítmicos francamente molestos.

Lo que rescato de “Flashbulb Eyes” es su letra, pues esta sí continúa la línea marcada, mediante una inteligente crítica a la cultura de la selfie: antes se creía que las fotografías robaban tu alma y luego se consideró a esto una idea ridícula. ¿Pero qué tal si, al final, resulta que sí lo hacen, solo que de un modo mucho más sutil? Si alguna vez has visitado un perfil de Facebook o de Instagram con cientos de autorretratos, sabrás de lo que hablo.

“Here Comes the Night Time” está muy influenciada por las experiencias de Win y Régine en Haiti, y retrata esa especie de toque de queda que ocurre en sus ciudades cuando cae el sol y la oscuridad envuelve las calles. Es sin duda una analogía de algo más grande, pero los versos de Butler son ambiguos y dan pocas pistas. La extraña explosión de música carnavalesca tampoco es de mucha ayuda y, como ya decía, desentona por completo con el resto del álbum.

“Normal Person” despega con un rock mucho más orgánico, y plantea una de las crisis de identidad cada vez más recurrentes entre nosotros: ¿qué es normal y qué no? ¿De verdad tenemos que cumplir con los estándares de lo que la sociedad considera normal? ¿Es imperativo tratar de encajar en esta normalidad cada vez más inhumana, cruel y egoísta solo porque la mayoría cree que eso es lo correcto?

«Is anything as strange as a normal person?

Is anyone as cruel as a normal person?»

Quienes aún nos aferramos a un código ético personal sabemos lo complicado que es nadar contracorriente y lo tentador que es dejarse llevar por el pensamiento generalizado. Es una lucha interna constante, y al menos en mi lugar de origen y residencia —la capital del que tal vez sea el país más corrupto y hostil del mundo, México— quienes se atreven a pensar diferente son casi parias por definición. Pero no me extrañaría que ese sentimiento sea cada vez más común y agudo en muchas otras regiones del planeta.

“You Already Know” continúa con un sonido igual de directo, y por momentos suena como algún tema perdido de The Suburbs con vestigios de los Smiths. Parece hablar sobre la insana urgencia de nuestros tiempos, sobre el estar tan ocupados como para no tener tiempo ni de detenernos un segundo a pensar por qué nos sentimos de la manera que nos sentimos. (Please stop wondering why you feel so bad / You already know (Already know). Las noticias van y vienen con velocidad de relámpago. El tema que ayer era de actualidad hoy ha perdido su relevancia. ¿Quién tiene tiempo entonces para reflexionar sobre su propia condición?

El primer disco culmina con “Joan Of Arc”. Esta versa sobre la terrible costumbre que tenemos de idealizar a la persona que representa nuestro objeto de deseo —nuestra redentora, nuestra Juana de Arco—. Ponemos en ella todas nuestras esperanzas; mas cuando nos damos cuenta de que no es sino otra persona que también lidia con sus propios demonios, la decepción es grande, y el reproche, a veces mayor. Lo anterior no es sino otra manifestación de nuestros deseos egoístas, y de cómo cosificamos a otros individuos esperando obtener un beneficio personal a su costa, incluso de aquellos a quienes creemos amar.

La melodía es contagiosa; el ritmo, implacable. Al igual que los dos tracks anteriores, posee una espontaneidad y energía que contrastan con lo que viene: un segundo disco mucho más denso y experimental. Similar a las dos mitades del Low de Bowie, la banda colocó sus piezas más experimentales en la segunda parte el álbum, y el efecto es emocionalmente poderoso.

Butler y Chassagne ya nos expusieron varios de sus conflictos en la primera mitad. En la segunda, nos presentan otras interrogantes: ¿de qué forma lidiar con esas disyuntivas? ¿Cómo se sienten dos individuos solos contra el mundo?

“Here Comes the Night Time II” es casi una toma alterna de su primera parte, y, dicho sea de paso, resulta mucho más agradable sin esos terribles cambios de música de carnaval. El conflicto que plantea es también más interesante: el sentirse solo incluso cuando se está en compañía. Porque cuando uno conoce a su alma gemela —aquella que te hace ver quién eres realmente y lo reafirma—, de pronto la compañía de cualquier otra persona queda chica.

«I hurt myself again

Alone with all my friends

Feels like it never ends

Here comes the night again»

Y lo mismo suele pasarle a la otra persona…

«You hurt yourself again

Alone with all your friends

Feels like it never ends»

La canción deja claro el tono del segundo disco: temas que se conducen por senderos más atmosféricos, introspectivos y que remiten al cuasi new-wave de la trilogía berlinesa de Bowie.

Lo anterior queda reafirmado en “Awful Sound (Oh Eurydice)”, una balada bellísima, con percusiones expresivas y refulgentes, envueltas en sintetizadores que te llevan de lo más apacible a la tensión más pura, de lo sublime al dramático efecto en picada confeccionado por las cuerdas.

Con esta canción da inicio la que considero la mejor sección del álbum. Se puede decir que “Reflektor” y “We Exist” son temas con más punch y, objetivamente, incluso mejores canciones. Pero la cohesión que existe entre este y las siguientes cuatro canciones, es algo pocas visto en otros discos del grupo, y es por ello que se convirtió para mí en el bloque más placentero de toda la grabación.

“It’s Never Over (Hey Orpheus)” es mi favorita del segundo disco. El riff de bajo es poderosísimo, una de esas líneas que desintegran la cerilla y hacen retumbar la caja torácica. Sus sintetizadores iniciales me traen vagos recuerdos de “Sound and Vision”, de Bowie, y la letra es una representación directa del regreso de Orfeo y Eurídice del mundo de los muertos.

Para quienes no están familiarizados con este mito, este cuenta la historia de Orfeo, un lirista cuyo excepcional talento musical era capaz de apaciguar la mente y alma de cualquier hombre. Cuando su amada Eurídice muere, interpreta sin parar canciones tan tristes que logran desencadenar el llanto de los dioses, y estos le permiten descender al inframundo a rescatarla. Una vez ahí, con su lira logra dormir a Cerbero, la bestia tricéfala que vigila el portal del Hades. Se reúne por fin con Eurídice, luego de convencer también a Hades y Perséfone.

La única condición que estos dos le imponen para regresar con ella al mundo de los vivos, es que todo el camino debe andar delante de ella sin mirar atrás jamás. Y así lo hace casi hasta el final, pero al último momento, preso de su impaciencia, se vuelve a mirarla, cuando ella aún tenía un pie en el inframundo. Eurídice se desvanece ante sus ojos, para siempre, y como en toda tragedia, esto sella el destino del protagonista en la desgracia eterna.

La letra del tema, pese a reproducir aquella historia con bastante apego, tiene sin duda guiños y segundas lecturas que trasladan esta premisa a los tiempos vigentes. “Porno” es la continuación directa, y donde queda un poco más clara la preocupación de Butler: el amor, el sexo y la mujer convertidos en un objeto más, en actos triviales como cualquier otro. El porno al que se refiere no es solamente visual y sexual, sino que está en todos lados: en las dinámicas sociales, en el lenguaje, en la contaminación cultural a la que estamos expuestos. Los canones sociales de las nuevas juventudes confunden a Butler y a Chassagne; los hacen sentirse equivocados, que algo anda mal en ellos:

«But the cup it overflows

Little boys with their porno

But this is their world

Where can we go?

Makes me feel like something's wrong with me»

“Afterlife” es no menos dura y reflexiva. Su videoclip ayuda a entenderla un poco mejor: la historia de un hombre que, luego de tener una experiencia mortal, entiende que no hay nada después de este mundo, que el amor que hasta entonces tenía —roto, imperfecto y aparentemente sin ninguna esperanza— puede acabarse para siempre en un instante. La visión es terrible: las luces de las ambulancias, la muchedumbre alrededor de su cuerpo inerte. Y después de eso, la negrura perpetua. El olvido.

«Oh, when love is gone

Where does it go?

And where do we go?

Where do we go?»

“Supersymmetry” parece ser la continuación de esta historia, y es también un muy adecuado desenlace para una obra que idealmente debía referir al siempre fascinante tema de la muerte.

Mi interpretación es que Win y Regine se perciben como seres complementarios y supersimétricos, como equivalentes parecidos y concordantes, aunque no idénticos. Su conexión sería tan profunda que trascendería este plano mortal, y continuaría en un nivel que ambos desconocen y cuya existencia sospechan.

Es un cierre perfecto. Desde el nombre de la canción, es un concepto hermoso, fascinante, que mezcla creencias metafísicas con teorías científicas no comprobadas. Encaja a la perfección con el resto del álbum: la incertidumbre de perdurar en una era confusa y ajena para aquellos con valores y convicciones distintos, una época en la que la ciencia y la tecnología nos maravillan y aterran al mismo tiempo. Una edad en la que los recuerdos del pasado se nos escurren entre los dedos y no podemos hacer nada para frenar un progreso que no lo parece.

En su momento, Reflektor fue mirado con cierto desdén solo por ser tan distinto a trabajos pasados de Arcade Fire. Muchos fueron los que encontraron aversión en su inusual mezcla de sonidos exóticos y electrónicos. Más de uno lo considera el peor disco del grupo, y se desinteresó incluso por su música. Pero luego de tantas escuchas y lecturas, concluyo que es una grabación de primer nivel, que requiere paciencia y comprensión, que demanda reflexión (del verbo reflexionar y no de reflejar). Confío en que el tiempo le dará el lugar que merece.

 

«I met you up upon a stage

Our love in a reflective age»

Por El Hombre Mojón

30/Jun/2017

Letras de El Traductor de Rock 

Si el C-Box no te permite agregar comentarios, haz click AQUÍ

© 2023 by Top Talent Booking. Proudly created with Wix.com

  • Facebook Basic Black
  • YouTube Basic Black
  • SoundCloud Basic Black
  • Twitter Basic Black
bottom of page