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THE WHITE STRIPES (Álbum, 1999)

Artista: The White Stripes (C)

Fecha de Grabación: Ene ‘99

Fecha de Lanzamiento: 15 de Junio de 1999

Discográfica: Symphaty

Productor: Jack White y Jim Diamond

Calificación: 8

Era: Alt/HardRock (2000-???)

Subgénero: Blues Rock

Mejor Canción: Stop Breaking Down

Canciones: 1) Jimmy the Exploder; 2) Stop Breaking Down; 3) The Big Three Killed My Baby; 4) Suzy Lee; 5) Sugar Never Tasted So Good; 6) Wasting My Time; 7) Cannon; 8) Astro; 9) Broken Bricks; 10) When I Hear My Name; 11) Do; 12) Screwdriver; 13) One More Cup of Coffee; 14)  Little People; 15) Slicker Drips; 16) St. James Infirmary Blues;  17) I Fought Piranhas.

 

Yo creo que todos los rockeros, cuando empezamos en la adolescencia, soñamos lejanamente con llegar al estrellato, igual que cuando niños, algunos sueñan con ser presidentes o astronautas. Pero pocos lo ven como una opción real, como algo que va a suceder, como puede, de hecho, ocurrirle a algunos cuantos elegidos si los astros y el talento se alinean. Los más atrevidos se animan a dedicarse a ello y a sobrevivir en una medianía underground, intercalando covers con rolas propias en la escena local. Los menos, nos dedicamos a otras cosas para poder vivir y eventualmente agarramos los instrumentos por hobbie. Yo creo que en el caso de Jack White, el estrellato lo tomó por sorpresa. No estaba en absoluto en su agenda. Se nota a leguas en el debut, mucho más suelto, relajado, haciendo lo que le viene en gana, dándose gusto a sí mismo, y haciendo un enorme tributo al Delta Blues. No es el disco que uno buscaría para volverse un ícono generacional, y creo que Jack es lo más cercano a ello que tuvimos en los dosmiles, aún a pesar de él.  

Antes de armar los White Stripes, Jack era baterista en Goober & The Peas. La transición a los White Stripes fue muy sutil. Conoció a Meg en un bar de Detroit en el que trabajaba como mesera y bartender, se casaron, y Jack tomaría su apellido en uno más de sus actos excéntricos, pero que hay que agradecer ya que de otra forma lo conoceríamos como Jack Gilles. Y como que no. Pero lo importante es que Jack le enseñó a tocar a sus esposa la batería, para él poder tocar la guitarra a sus anchas con cierto acompañamiento. Pero su prioridad eran los Goober y los otros proyectos garaje underground en los que hacía de baterista. Pronto se dio cuenta de que con Meg se sentía cómodo tocando la guitarra, ya que otros batacos más “letrados” se desesperaban con sus constantes y abruptos cambios de tiempo y ritmo, y Meg en cambio, con sus conocimientos rudimentarios, sabía “leerlo” y no buscaba patrones complejos para su lucimiento, sino algo simple para que Jack pudiera hacer lo que se le antojara. El universo tiene formas misteriosas…

El resto, como dicen, es historia. El dúo comenzaría a ganar fama en el circuito underground de Detroit con su música cruda-bluesy-garage-low-fi. No podrían hacer un sonido más básico: Guitarra, batería y la voz insolente de Jack. Qué vino después? Nadie sabe con certeza cuando se hicieron famosos, fue un proceso tan paulatino que cuando menos nos dimos cuenta, ya eran una delas bandas líderes de los dosmiles y tenían a Italia entera celebrando su campeonato mundial con su “Seven Nation Army”. Pero lo que está claro es que parte  de la estrategia fue esa aura de misterio en su relación y en la simplísima pero efectiva imagen del grupo, combinando el rojo, blanco y negro.

Su disco debut epónimo fue lanzado con la disquera independiente Sympathy for the Record Industry en Junio del ’99, grabado con un bajo presupuesto en el sótano de su casa y con Jim Diamond como productor, es el disco más crudo y bluesero del grupo, una especie de tributo a Son House. Se grabó en apenas un par de semanas, con muy bajo presupuesto. Jack se negó a hacer overdubs o correcciones, y por ello algunos temas suenan con ligeros errores, o acordes faltantes, como en “When I Hear My Name”. Jack prácticamente está tocando en vivo, y transmite muy bien esa energía. Es raro escuchar a un músico que se sienta tan cómodo con su instrumento como Jack con la guitarra. Brinca de riff en riff con total naturalidad, sin forzar las rolas, sin colgarse la etiqueta de virtuoso y sin tratar de convencernos de nada. El talento de White radica en la construcción de las rolas, en la manera en que combina los riffs, en cómo sube y baja los tiempos de las canciones para que no suenen iguales. Y ese es otro tipo de genialidad. Cabe destacar que Johnny Walker tocó el slide en un par de temas, "Suzy Lee" y "I Fought Piranhas". Walker le enseñó la técnica del slide, y en este disco y en el De Stijil, Jack lo usaría él mismo en muchos temas. Lo que llama la atención es que lo usa con total maestría, como si llevara años dominando la técnica y no apenas unos días.

Pocos se darían cuenta de ello con este debut, que prácticamente pasó desapercibido fuera de Detroit. Pero cuando saltaron a la fama años después y se reeditó, nos pudimos dar cuenta que aquí es donde más resaltan las virtudes de Jack. Y de Meg claro, tocando la batería de una forma simplísima, como una Mo Tucker del siglo XXI, pero más ruidosa. Ambos irían evolucionando, y después crearían enormes discos y diversificarían algo su sonido, experimentando con otros géneros e instrumentos, pero este es el más honesto, el más crudo, el que más nos muestra la verdadera esencia de los Stripes y el más cercano al nivel de energía que tenían en vivo.

Tampoco es un disco perfecto. Aunque lo disfruto mucho, algunas canciones tienen el mismo sonido chirriante de la guitarra, con tonos afilados que varían poco en cuanto a efecto (no en cuanto a arreglos), pero que hace que la mitad del disco sea algo pesado. Así mismo los ritmos. El simplismo de Meg funciona, pero en este caso hicieron un debut con 17 temas en 43 minutos. Son temas cortos, pero el disco en ocasiones suena demasiado largo. Pudieron podar algunos temas, sobre todo los más irritantes y gritados, como “The Big Three Killed My Baby” y “Broken Bricks” con el riff machacón y la molesta campana. El resto de los temas son relativamente buenos, y creo que para muchos será difícil decidir cuáles son sus favoritos y habrá pocas coincidencias, aunque en lo personal creo que los covers de Robert Johnson y de Bob Dylan son los que más destacan.

 

El disco arranca con los tums profundos de Meg en “Jimmy The Exploder”. Noten en apenas unos cuantos segundos la cantidad de artilugios que el par se saca de la manga. Un riff lento y aplastante, casi zeppelinesco; luego Meg Jack hace chisporrotear su guitarra con otro riff más agudo y rápido mientras Meg le da con todo al crash, y en seguida entramos a un tercer riff de dos tonos con Meg sacudiendo el pandero. En cuanto? 25 segundos? Jack entra con su voz aguda, siempre seguro, con una actitud tan decisiva como la fuerza que imprime a la guitarra. De repente estamos en una fiesta con los “who-who who-who” y empezamos a jugar con los tiempos de los distintos riffs, parones arrancones, acelerones, etc. Es algo muy simple, tanto que resulta genial. Y en menos de dos minutos y medio. Enorme inicio., que siempre me deja en rachado y esperando que se alargue un poco más.

Luego tenemos “Stop Breaking Down”, de Robert Johnson, por si nos quedaban dudas de la influencia de Jack. Es algo simplísimo, el mismo riff machacón una y otra vez, pero con una actitud y potencia que deja la versión de los Rolling Stones como una canción de cuna. Curiosamente, cuando uno busca en You Tube esta rola, invariablemente llega a otro ídolo de Jack, Son House, que narra su experiencia con el Blues a través de Johnson. Hay muchas versiones de la rola, como todas las de Johnson, y no me atrevo a decir que esta sea la definitiva, pero es una de las más memorables. En esta rola podemos ver a la perfección la manera en que interactúan Meg y Jack. Lo que realmente hace la canción es esa forma en que Meg hace esos espacios para que Jack cante, prácticamente a capella, para luego reventar con los platillos directo al potente y pegajosísimo coro. Meg es una baterista muy instintiva, a la que le valen las formas, pero de alguna forma su instinto hace que la baqueta de en el lugar indicado para que la rola no sólo sea dinámica, sino que funcione muy bien. Es también de resaltar el trabajo de guitarra de Jack. Es simple, pero perfecto, y al 1:20 hace algo parecido a un requinto con un orgásmico trabajo de slide. Suena sucio, desgarbado, pero a la vez sublime! Y estaba aprendiendo a hacer eso!!! Me puedo imaginar a un estadio entero brincando al ritmo de la rola, aunque sé que no era la intensión. Ésta es a mi gusto la mejor canción del disco, y me hace correr a hurgar en los orígenes del Blues. Es la diferencia entre Jack y otros guitarros contemporáneos: otros te impresionan, pero Jack te inspira, te contagia, y te hace buscar más. Y no cualquiera, de verdad, sobre todo en estos tiempos.

Sigue “The Big Three Killed My Baby”, que en lo particular me parece demasiado machacona, repetitiva, con Jack gritando demasiado. Y esa escala ascendente alrededor del minuto 1 no me termina de cuadrar. En fin, musicalmente me parece demasiado básica y repetitiva, pero líricamente es de las pocas canciones evidentemente políticas de Jack. Con “The Big Three” se refiere a Ford, Chrysler y General Motors, los gigantes automotrices que dominaban Detroit en los 60’s, y que buscando técnicas de fabricación y mano de obra más baratas, arruinaron la industria automotriz de Detroit y la dejaron en una terrible crisis entre los 80’s y 90’s.

“Suzy Lee” es una canción relativamente más lenta, no sé si precisamente una balda. Combina bellos arpegios y slides de Johnny Walker, de los Soledad Brothers, participando en esta canción. Aquí alternan partes suaves, cálidas, con secciones mucho más poderosas, con una dinámica que supera al promedio de bandas Garage. Por momentos Jack se despega con una guitarra mucho más cargada de distorsión, y no sé si octavando por primera vez las últimas cuerdas para sonar como bajo, pero suena muy profundo por momentos. Luego se combinan los dos, los tres, ya que Meg también sube la intensidad para los maravillosos coros “Is she the one I love?, Is she the one I love?”. Blues puro trasladado a la frontera del milenio!

Luego tenemos “Sugar Never Tasted So Good”, con guitarra acústica, y Meg golpeando un tum con una mano y cascabeleando el pandero con otra. Una atmósfera simple, alegre, entre Country y Folk, y que de incio recuerda también esa otra facceta Zeppelinesca. Aún con una acústica, Jack se las ingenia para hacer un riff de dos tonos, pero igualmente pegajoso. La letra es simple, y hasta boba, pero de nuevo, un tributo a la manera de los viejos Bluesmen. Meg luego cambia a puntear platillos, e incluso no siendo eléctrica, crean aumentos de tensión, juegan con cambios de ritmo. Al final me encanta esa parte en que Jack canta golpeando con los nudillos la caja de la guitarra. No desperdician ningún recurso!

Enseguida llega “Wasting My Time”, otra de las destacadas del disco. Jack juega con ciertas disonancias y hace unas estupendas escalas ascendentes en ese exquisito patrón de Blues.  Los licks, alternando agudos y graves, con Meg agregando tensión en base a silencios y entradas dramáticas. La melodía es muy buena, Jack suena desesperado, y me encanta como arranca el primer verso en grave y luego sube una octava entera. La letra es muy buena, de las mejores en esta etapa inicial, sin alejarse del patrón de la vieja escuela, pero dando una poética sensación de abandono muy a su estilo, con una carga de ironía que se nota en el último verso. Quizá la mejor original del álbum.

Después viene “Cannon”, que en su primera parte la podría marcar también en azul por ser demasiado estridente, incisiva y repetitiva. Aquí es cuando el tono uniforme de guitarra empieza a cansar un poco, a pesar de que el oscuro riff inicial es bueno. Los aullidos de Jack no ayudan. Afortunadamente insertan a la mitad una especie de Boogie de “John The Revelator” de Son House, que originalmente va a capella, con la que dan un respiro más movido y melódico antes de volver al riff mastodóntico y la atmósfera asfixiante de “Cannon” y cerrar así la rola.

Con “Astro” ponen otro enorme riff, simple, juguetón y genial. La atmósfera aquí no es tan violenta, aunque es algo repetitiva. La letra pudiera parecer idiota, pero también es u ejemplo de tributo al Delta Blues, reemplazando una o dos palabras para hacer versos: “Maybe Jasper Does The Astro” y la repite 3 veces. En la siguiente estrofa reemplaza Jasper por Lily, y luego Jackson y termina hasta metiendo a Tesla… Sip, pudiera parecer idiota, pero creo que es una muestra del raro sentido del humor de Jack. Si no, chequen la última línea…

“Broken Bricks” no sé si es demasiado ruidosa o me toma en un momento del disco en el que la guitarra comienza a retumbarme y a ser demasiado. Exceso de feedback, una guitarra machucando un riff que sube y baja a ritmo Punk, Meg asesinando los platillos, Jack gritando o haciendo falsetto, y para rematar esas odiosas campanas. Odiosísimas. A pesar de que dura menos de 2 minutos, me la suelo saltar.

Sigue “When I Hear My Name” que también es ruidosa, pero es un ejemplo de la delicada (es un decir) construcción musical de Jack. Cambios de ritmo, de uno ruidoso y aplastante a otro con una gigantesca carga de blues. Al 1:16 se le escapa a Jack el remate de la escala, no sé si a propósito o no, pero ese como estado suspensivo es delicioso. Y luego como termina la rola, esta vez sí de manera contundente.

“Do” es un urgente respiro. No es una enorme canción, nuevamente usan el mismo riff una y otra vez, pero es más pausada, con una sensación de ensueño que a algunos les parece soporífera. Usan un montón de recursos, los cambios melódicos en ele “#there’s Nothing left to do”, las arañitas a toda velocidad de Jack para unir algunos versos, las partes en que canta casi acapella hasta el último átomo de oxígeno al final de cada estribillo…  A mi me parece bella, con una buena melodía y algunos versos sobresalientes: “and then my idols walk next to me, I look up at them they fade away, it's a destruction of a mystery, the more I listen to what they say”.

Con “Screwdriver” volvemos a la parte salvaje de los White Stripes. Esa intro es de los momentos más pesados del grupo, repitiéndolo con alguna alteración a lo largo de la rola. No es la mejor canción, pero la guitarra tiene algo hipnótico, algo Petetownshendiando, y casi me lo puedo imaginar haciendo el molino en los Power Chords de los versos.

El siguiente cover es “One More Cup of Coffee”, de Dylan.  Una preciosa melodía, que ya hacía falta. No tiene el drama de la original, en el sentido de que aquí no hay un “violín-más-triste-del-mundo” y Meg no se une en los coros para hacer tercera voz. Pero hay algo en la voz de Jack realmente desgarrador, en las pausas de la guitarra y de Meg, en el órgano que entra al 1:20 y toma el papel del violín sin tanto drama, que hacen de esta una versión excepcionalmente buena. Y curiosamente, a diferencia del trillón de covers de Dylan, ésta vez más minimalista que la original. Esa manera en que paran, Jack da un acorde y luego arrancan de nuevo para entrar a la nueva estrofa es simplemente espectacular, y otra seña del “toque fino” de Jack. Sí, ya sé que lo he dicho hasta el cansancio, pero esta es otra prueba de que Bob Dylan se oye mejor en voces de otros. Por cierto, son mis nervios o me da un vago aire a “Sin Documentos”? No que los White le hayan tomado prestada inspiración a Los Rodríguez, sino más bien Calamaro a Dylan, jeje.

Luego tenemos “Little People”, con la voz aguda de Jack como figura principal. Recorre su guitarra, la araña con las cuerdas sofocadas, hace Power Chords, un riff de 2 tonos, y con ello logra crear una sensación de urgencia. Meg hace un tamboreo breve y simplemente le pega a los platillos para elevar ligeramente la intensidad. Una letra simplísima y casi infantil terminan de completar el combo…

“Slicker Drips” es otro Punk Rocker con una escala descendente de 3 tonos lo más distorsionado posible. Luego mete unos licks blueseros mientras Meg le da con todo a la batería y reinician, jugando con la intensidad. No es mala, pero tampoco la extrañaríamos si hubieran decidido acortar el disco.

Afortunadamente llega su versión de “St. James Infirmary” una exquisita canción de jazz-blues que es enorme en cualquiera de sus versiones. No es esta la definitiva, pero hacen una buena rendición, por primera vez Jack cambiando la guitarra por el piano para mantener ese tema marchoso, casi fúnebre. Lo que le imprime su estilo es sin duda la manera de cantar de Jack, manteniendo la melodía, pero atropellando las palabras, y sonando con un efecto lejano, fantasmal.

Cerramos con “I Fought Piranhas” en la que nuevamente aparece el slide de “Johnny Walker” (Sigo sin saber si realmente se llamaba así o si era Jack usando la botella de slide y el contenido de inspiración, jajajaja). Pero sí, efectivamente aquí hay al menos 2 guitarras entretejiéndose, con los cadentes slides, y el riff sofocado y lento, mientras Meg juega con los contras a destiempo. Buen final.

En fin, es un disco bueno, como casi todos los de los Stripes, mejor de lo que parece a simple oída, pero tiene que irse filtrando de a poco. Sobre todo éste debut, que es el más crudo, potente por momentos, con el sonido del dúo en estado puro, a mi gusto, al que después irán incorporando otras influencias a sus discos. El debut es Garage, Blues, y mucho ímpetu. Pero es a la vez mucho más que Garage y Blues, es la maldita manera en que los mezclan! En una misma canción pueden sonar tiernos y sutiles, y sin previo aviso, hacer una explosión épica, con algunas de las rolas más pesadas de su catálogo. La mayoría de las canciones son melódicas y pegajosas, y Meg se las arregla para hacer beats sencillos, llevando el ritmo de las canciones con los tiempos perfectos, parones, arrancones, etc, para que Jack destaque. Ambos evolucionarán, pero este es uno de mis discos favoritos de los Stripes por la enorme carga bluesera. Lo malo es que es demasiado largo y se escapan algunos rellenitos, sobre todo en la parte media, y el efecto de la guitarra no cambia prácticamente en todo el álbum, por lo que por momentos, la mitad del disco se vuelve un poco pesada. Con una recortadita hubiera sido un debut de antología. De cualquier forma el dúo era universalmente desconocido al momento de su lanzamiento, y no llamaría la atención hasta que los Stripes la rompieron en la primera mitad del milenio. Es cierto que tienen discos mejores, pero en lo personal, este es el disco que me deja más claro que los White Stripes fue una banda única en el universo, una de las últimas con esa chispa de genialidad… con todo y que también muestra que los bajistas somos prescindibles!

Por Corvan 

20/Jun/2013

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