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RULETA RUSA (Joaquín Sabina, 1984)

Artista: Joaquín Sabina (B)
Fecha de Grabación: ’83-‘84
Fecha de Lanzamiento: Febrero de 1984. ESP
Discográfica: CBS/Epic
Productor: Jorge Álvarez y Joaquín Sabina
Calificación: 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Era: Trova y Cantautores (1970-???)

Subgénero: Trova y Cantautores 

Mejor Canción: Ocupen su Localidad o Por el Túnel

Canciones: 1) Ocupen Su Localidad; 2) Telespañolito; 3) Caballo de Cartón; 4) Guerra Mundial; 5) Negra Noche; 6) Eh, Sabina!; 7) Juana La Loca; 8) Ring, Ring Ring; 9) Pisa el Acelerador; 10) Por El Túnel.

Este es el primer disco en el que Sabina se electrifica en forma. Es un cambio radical respecto a sus primeros dos discos, ya que se nota ligeramente más maduro, se desprende de ese sonido más básico de cantautor a guitarra limpia, o con arreglos orquestados tipo cantante de la OTI. Aquí suena más semejante a lo que le conocemos, pero en cierta manera más comercial, más mainstream. Bueno, no lo podemos culpar, después de todo, la verdad le sienta mejor ese sonido. Sabina no es Serrat en absoluto, y le costó un par de discos darse cuenta de ello.

El Malas Compañías ya le había redituado cierto éxito. “Calle Melancolía” y particularmente “Pongamos Que Hablo de Madrid” lo habían puesto en boca de todos y comenzaron a sonar fuerte en Los 40 Principales. Por esa época Joaquín mantenía su sociedad musical con Javier Krahe y con Alberto Pérez, con quienes se presentaba eventualmente en el Café Mandrágora, desde un año antes del Malas Compañías. Para cuando el segundo disco de Joaquín comenzó a despegar, el descarado trío ganó también harta popularidad y se presentaron en un programa de TV llamado “Esta Noche”: la actuación fue maravillosa, pero el cinismo de los músicos provocó que la central telefónica de la pequeña televisora se colapsara por las llamadas de indignación de las “buenas conciencias”. El trío comenzó a ganar popularidad y Sabina le dio prioridad al proyecto conjunto por encima de su carrera solista. En el ’81, Sabina, Krahe y Pérez se presentaron en el Teatro Salamanca de Madrid, con un éxito total. Poco después, CBS les graba una presentación en directo, y el álbum del trío se edita ese año con el nombre “La Mandrágora”, nombre con el que se comienza a conocer al trío. El disco es divertidísimo, muy íntimo, como estar ahí mismo en el barecito escuchándolos, y la verdad que Krahe opaca por completo a Sabina con su voz grave y un cinismo que le da tres vueltas. Los tres emanan mucha química, un ambiente íntimo y es un disco que no voy a reseñar, pero que la verdad vale la pena tener, por ser un proyecto MUY distinto a cualquier otra cosa hecha por Sabina, y creo que más que una simple curiosidad. Si les es posible conseguirlo, háganlo; vale la pena, aunque es dificilísimo de encontrar.

Con el éxito de La Mandrágora, les pidieron hacer un nuevo programa de televisión, en el que se negaron rotundamente a hacer playback, como acostumbraban los demás artistas de la naciente “Movida Madrileña”. Ya con fama, pero aún sin dinero, Sabina pasó el ’82 presentándose con la Mandrágora en pubs y en locales pequeños. Eventualmente se presentaba en solitario con sus propios temas; para finales de año, comenzó a escribirle canciones de éxito a Ana Belén y a Miguel Ríos, quién será una enorme influencia en el Ruleta Rusa.

Aquí es donde vino la disyuntiva de seguir como un trovador afilado e independiente, pero medio escondido en el anonimato en La Mandrágora, o aprovechar el talento, usar los arreglos, el medio y las musicalizaciones de los artistas que estaban consiguiendo éxito a costa de las rolas que estaba escribiéndoles él mismo, y lograr así el éxito. Supongo que saben cuál fue la elección. Y nadie puede reprocharle esa decisión de desmantelar la Mandrágora y comenzar a pensar en su tercer disco solista, Ruleta Rusa, con la fórmula de éxito que ya había usado el mismo Miguel Ríos. Así pues, Joaquín Sabina se electrificó. La Mandrágora no terminó mal después de todo; siguieron con la amistad y aún en el ’83 y ’84 tendrían presentaciones esporádicas, además de la participación en el posterior disco en vivo de Sabina, en la que Krahe le vuelve a robar cámara al Flaco.

Pero bueno, regresando al disco, es otro paso adelante. Sabina se siente más cómodo con las canciones más armadas, más rockeras. Y si en los discos previos se nota la influencia de Serrat, aquí la sombra de Miguel Ríos está de principio a fin, desde esa especie de intro al estilo de “Bienvenidos”, la actitud de divo (bueno, esa ya la traía), y en general, esa atmósfera de Rock suave con el que intenta quedar bien con todo mundo, aunque por momentos le sube un poco al ritmo. El disco no es malo, me parece una mejora respecto a los previos. Tomando su debida distancia, de primer escucha puede parecer una traición y un retroceso como cuando Dylan se electrificó con el Bring It All Back Home y el Highway 61. Sip, de entrada duele y suena extraño, pero a la larga fueron buenas decisiones, y ese cambio en la forma no impidió que fueran ambos unos genios del fondo, de los mejores letristas de sus respectivos idiomas. Aún hay cierta desorganización. Ya he mencionado que a Joaquín Sabina se le complica armar toda la canción. Él pone el esqueleto, pero depende de sus músicos para pulir los detalles y el terminado final. Aquí se nota apenas suficiente. No destacada nada en particular y la producción suena muy fechada y cargada de eco. Pero cumple. No es maestral, no son canciones terminadas como guante para Joaquín como las que le armarán después Varona y García de Diego, pero tampoco desencajan los Viceversa, que ya empiezan a fungir como grupo en algunas de las canciones.

 

El disco inicia con “Ocupen Su Localidad”, un swing muy divertido, que es la versión pervertida de Sabina del “Bienvenidos” de Miguel Ríos. La canción es espectacular, con bastante energía, intercalando recursos musicales que van desde pianitos boogies, solos de sax y arreglos de una sección de vientos entera, guitarras a la Chuck Berry… Pura diversión, y los simples trucos musicales son un circo que te mantienen atento de principio a fin. Pero la letra es exquisita y una oda al ingenio Sabiniano. La primer estrofa es simplemente la invitación a la gente a presenciar un espectáculo nunca antes visto. En los siguientes versos, enumera los actos de este inusitado show, que haría sonrojar al mismísimo Marqués de Sade, quien por cierto, también es parte del pervertido show, digno de cualquier Expo Sex Shop o de los sueños más extravagantes de un productor porno. Resumiendo, por el eXXXpectáculo que imagina Sabina, pasan Casanova y su eyaculación precoz, perversas vírgenes rubias con todo y sus madrastras, hermosos jóvenes nazis, una muñeca brevemente vestida de azul, Jack el Destripador, el joven Marqués de Sade, Drácula y hasta un enano de la Orquesta Mondragón. La canción es divertidísima, y si bien parece ser una mera rolita que pretende ser chistosa, la verdad es que para la época era bastante más que atrevida, que rompía por mucho los estándares de la decencia de una España apenas recuperándose de la férrea y conservadora dictadura franquista. Para mi esta es una joyita muy menospreciada de Sabina, que nos da una probada de lo que será su moral, su sentido del humor y su ingeniosa lírica en los próximos 30 años.

Desgraciadamente sigue “Telespañolito”, una canción que no estaba en la primer edición del disco, que originalmente tenía “Viejo Blues de la Soledad”. “Telespañolito” fue una canción que grabó después de editarse el disco, específicamente para regresar al programa “Si yo Fuera Presidente”, que se menciona en la letra. La rolita fue un trancazo en la emisión, y tuvo tanto éxito, que la disquera decidió unilateralmente meterla en la segunda edición del LP y eliminar “Viejo Blues de la Soledad”. La canción es completamente repetitiva y con una melodía idiota. Sabina trata de hacer una autoparodia y una breve autobiografía, aprovechando para tirarle a la televisión misma, a la iglesia, al gobierno, a la moralina y todo lo que alcanza, pero es ese estribillo insufrible que se repite una y otra vez lo que hace que la canción se vuelva nefasta: “Telespañolito, que ves la tele, te guarde Dios, uno de los dos canales ha de helarte el corazón.” Lo peor es que es pegajosísimo, de manera infecciosa, y el ridículo coro termina eclipsando cualquier intención subversiva del resto de la letra, que queda en segundo plano. Al final uno queda cantando por meses o años ese superficial sonsonete del coro. Yo creo que Sabina no le midió. Por cierto, esta es de las últimas que coescribió junto a Krahe, aunque me parece que Javier no está acreditado. Escuchando La Mandrágora, se hace evidente cuáles versos son de cada quien, razón de más para ponerla en azul, ya que lo único interesante ni siquiera es propio.

Sigue “Caballo de Cartón” una linda balada con inicio acústico, que tiene cierto aire de “Bruja” del disco anterior. La poesía de Sabina se vuelve más oscura y nostálgica, logrando imágenes introspectivas, grises, llenas de soledad en los versos. El coro se cae un poco con una melodía más débil y lenta, que se alarga demasiado y que termina siendo repetitivo y pretencioso, desde el “Tirso de Molina…” hasta el predecible “Me podrán robar tus días… tus noches no.” Los versos son los que contienen la magia nostálgica de esta canción, con un arreglito de violín medio gitano que le sienta bien a la rola.

Con “Guerra Mundial” regresamos a los temas más movidos y un poco más rockeros. No es tampoco un despliegue de energía y ritmo, pero se notan las guitarras y los coros manejan un buen medio tiempo. Una intro de piano lleno de eco hace la pista para los versos, calmados y que van preparando el ligero acelere de los coros. Incluso tenemos un tímido solo de guitarra al 1:50. Otra vez el coro luce por momentos repetitivo, pero esta vez es mucho más corto y divertido por el contexto, donde aprovecha para criticar la volátil política internacional (por esos días aún con la tensión de la Guerra Fría) y de paso la frivolidad y superficialidad de muchas personas. La canción fue coescrita con Manolo Tena.

Luego está “Negra Noche”, otra balada noctámbula, de ambientes pesimistas, en la que Joaquín se esmera en reflejar el porqué es un gato que sólo sale a la luz de la luna. El riff de guitarra eléctrica logra funcionar, con cierto aire agridulce. Nuevamente los versos son lo más destacado de la canción. El coro tampoco está mal, pero me parece que en realidad a la canción le hace falta más fuerza en alguna parte, en la melodía quizá. No es demasiado memorable, pero no tiene algo feo en particular.

Las cosas se recomponen con “Eh, Sabina!”, otro rocanrolito de ritmo medio. Se han fijado que entre más irreverente es Sabina en este disco mejor le funcionan las canciones? En esta canción vuelve a ser él mismo, se burla de sí, de sus críticos y de paso deja claro que le vale qué digan de su estilo de vida, va a seguir con él mientras un marichalazo no diga otra cosa, jajajajaja. El riff de teclado con que inicia es bueno, y se irá repitiendo más adelante. La guitarra es magnífica, un poco discreta y sin hacer tampoco cosas espectaculares, pero proporcionando un gran nivel de energía por momentos, y haciendo un buen solo con bastante distorsión al 1:40, tras el cual regresa esa como intro sensacionalista (me recuerda una entrada de noticiero de los 80’s). En fin, la rola es buena, con gran melodía, buen ritmo y letras divertidas. Esta versión de estudio está un poco fechada con el exceso de sintetizadores y bajos slapeados, pero la versión del Sabina y Viceversa en Vivo es mucho más furiosa y lograda que ésta. Con todo y todo, es de las destacadas del disco.

Enseguida llega “Juana La Loca”, que sigue en el mismo tenor, un rockanrolito un poco más rápido sin llegar a ser espídico. La guitarra es más protagónica desde un inicio, haciendo links entre verso y verso. Joaquín va haciendo una narrativa del tipo que no está a gusto consigo mismo, un tipo a quien le falta algo. Para el coro hace un divertido juego de palabras para dar a entender que se trata de un trasvesti. Al 2:20 tenemos un buen redoble que da pie a un requinto largo y más elaborado. Definitivamente el trabajo de guitarra más elaborado del disco. El problema es otra vez que no se mide con la repetición de los coros, que resultan de nuevo excesivos, llevando la canción a más de 5:30. Por ahí del 4:30 hay un falso final, y creo que si hubiera terminado la canción aquí la canción mejoraría bastante, pero le enjareta un minuto más sin aportar absolutamente nada.

Le sigue “Ring, Ring, Ring”, donde la guitarra vibra desde inicio e intenta por momentos vibrar emulando el ring del teléfono en cuestión. El bajeo sobresale de inicio, pero luego se vuelve predecible. La letra es de despecho hacia una chica que antes era una socialité y ahora ha caído en desgracia y ni el mismo Joaquín le habla ya. La verdad es bastante olvidable, tanto en letra como en melodías y arreglos. Incluso me parece que trata de copiar demasiado el estilo de Miguel Ríos, y creo que hasta la canción le quedaría mejor a Ríos que al mismo Sabina. Lo único salvable son esos guitarrazos que me recuerdan al Keith Richards de inicios de los 70’s, pero tampoco es que sea ofensiva, sólo que a estas alturas ya resulta bastante predecible.

“Pisa el Acelerador” es otro rocker obtuso, genérico y predecible, de un Sabina demasiado rencoroso, comparando a una chica con la vida útil de un automóvil. El estribillo es nuevamente insufrible y se repite infinitas veces. Sé que en ocasiones Sabina se siente muy ingenioso, pero una cosa es cuando hace verdadera críticas a la moralina o deliciosas poesías noctámbulas, y otra muy distinta cuando se siente muy chistoso pero sale con bodrios como éste. Y además lo repite como si de verdad hubiera descubierto el hilo negro. Aquí se nota cierta influencia de Ríos, no sólo en esta canción, sino en todo el álbum. Algunas canciones de Miguel tienen un coro muy fuerte que repite bastante, pero están bien realizado y no asfixia las canciones. Aquí Joaquín intenta imitarlo, pero sin coros que lo ameriten, y las canciones terminan aplastadas por esos estribillos. Una gran metida de pata.

El disco cierra con “Por el Túnel”, otra baladita más tranquila, con una guitarrita slide muy bluesera. Una mucho mejor armonía vocal y juegos de tonos mucho más inteligentes, nostálgicos. Y la letra es una joya. Una oda al desencanto, a ese amor lejano que se perdió y terminó en la prostitución, y que es capaz de insertar líneas como desde que comenzaste a resbalar, por el túnel que lleva donde crece, la más oscura flor de la ciudad”. Aún no perfecciona su estilo, pero aquí ya va trabajando esa manera de sugerir cosas, de delinearlas apenas con el humo de su cigarro; de retratar la nostalgia, de no juzgar ni pretender ser juzgado. Esta vez el coro está de 10, de un color totalmente azulado. Muy buena canción, muy menospreciada.

 

En fin, un disco de altibajos, donde los puntos débiles son una metida de pata muy fea y los puntos altos no necesariamente son enormes. El principal problema es que tenemos muy poco a Joaquín Sabina aquí. Tenemos a Miguel Ríos, a Javier Krahe, incluso aún atisbos de Serrat. Pero de Sabina tal cual, sin impersonar a nadie, del Sabina que conocemos apenas tenemos 3 canciones… Curiosamente las 3 de rojo.

Pero es parte del crecimiento del Flaco como músico. Un giro que era necesario, y en el cual se basará toda su posterior carrera. Las obras de arte que lanzó en los 90’s, pues, serían imposibles sin esta Ruleta Rusa… Tuvo suerte. No le tocó bala.

 

Por Corvan

18/Mar/2011

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