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PHYSICAL GRAFFITI (Led Zeppelin, 1975)

Artista: Led Zeppelin (B+)
Fecha de Grabación: Mar ’71 – Feb ‘74
Fecha de Lanzamiento: 24 de Febrero de 1975, UK
Discográfica: Swan Song
Productor: Jimmy Page
Calificación: 
9

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Era: Hard Rock (1968-???)

Subgénero:  Hard Rock

Mejor Canción: Kashmir, o The Rover

Canciones: 1) Custard Pie; 2) The Rover; 3) In My Time Of Dying; 4) Houses Of The Holy; 5) Trampled Under Foot; 6) Kashmir; 7) In The Light; 8) Bron-Y-Aur; 9) Down By The Seaside; 10) Ten Years Gone; 11) Night Flight; 12) The Wanton Song; 13) Boogie With Stu; 14) Black Country Woman; 15) Sick Again.

 

De nuevo las complicaciones de los discos dobles. Este disco tiene opiniones MUY encontradas. La mayoría de los críticos lo hacen pedazos, mientras que la mayoría de los Zepsters lo consideran de los mejores, si no el mejor de la banda.

Nuevamente debo caer en el cliché de decir que las dos posturas tienen su parte de razón. Para empezar, como ya decía, los discos dobles son obras que generalmente agarran a una banda en un buen momento creativo, en el que tienen material de sobra para un solo disco y se sienten con la capacidad y confianza suficientes como para llenar cuatro caras con buen material. Muchas veces la banda está crecida y terminan haciendo algo muy pomposo y rebuscado, demasiado pretensioso, a veces conceptual, y que invariablemente termina teniendo relleno. Salvo muy contadas excepciones, los discos dobles raramente son verdaderas obras de arte. Incluyendo por ejemplo al White Album de los Beatles, que sin dejar de ser un discazo, no conozco a nadie que lo prefiera al Revolver o al Abbey Road, ya que también tiene sus dosis de relleno.

Eso aplica también para el Physical Graffiti , que no se salva de tener sobrantes, o canciones que se quedan por debajo del estándar que había mantenido la banda. Ese no es el único problema, sino que las buenas canciones, en su mayoría, son excesivamente largas, y da la impresión de que, no teniendo más rolas para cubrir las 4 caras, las extendieron lo más posible, de manera absolutamente innecesaria. Así tenemos 7 canciones que pasan de los 5 minutos, y a pesar de que puedan tener riffs descomunales como “Kashmir” o “In My Time of Dying”, la duración las puede volver un tanto asfixiantes. Sí, ya sé que no es la primera vez que nos salen con rolas de más de 5 minutos, pero de alguna manera parece que la artillería se está acabando. Por más que me fascina la atmosfera de “Kashmir” y que me sigue pareciendo la mejor de este disco, no hay por aquí un uso de recursos realmente creativo, como en la sección media de “Whole Lotta Love”, por ejemplo. Y el hecho de repetir un buen riff hasta el infinito no parece suficiente esta vez.

Cuando George Starostin menciona que aquí Led Zeppelin suena a una banda genérica creo que se refiere a esto. La banda no está acabada, instrumentalmente quizá están en su punto más alto, aún son capaces de hacer cosas espectaculares, riffs incendiarios, es quizá el mejor disco de Bonzo, Jonesy se carga cada vez más al teclado y el único que está evidentemente a la baja es Plant. En ese aspecto, los fans tienen toda la razón en la grandeza del disco. Algunas canciones son francamente espectaculares antes de volverse repetitivas. Y por su longitud es de los más variados de la banda, pero con la virtud de que se olvidan de experimentar con reggae como en el disco previo (no es que tenga nada contra D’yer M’aker”). Al ser muchos descartes de las sesiones de los discos previos, algunos desde 1971, nos presenta a la banda en distintos momentos, pero de alguna forma el álbum se siente cohesivo, con todas las canciones formando un todo, siendo crudo y potente, en algunos casos con las texturas de los teclados de Jones, pero en general no parece que sea un disco grabado de manera dispersa durante 4 años. Pero parecen haber perdido el factor sorpresa, esa chispa creativa y fresca de sus primeros discos. Y no me malentiendan. Aquí tenemos un catálogo demoledor de riffs, algunos de los más salvajes y poderosos. Pero como ya decía, parece que eso es todo, buenos riffs que se repiten, y se alargan de manera innecesaria y se convierten en jams en pleno estudio. No es que no haya solos, pero no son particularmente memorables.

Y relleno. En 5 discos previos solo teníamos 2 canciones en azul. Aquí tenemos por lo menos 4!!! Y eso no puede ser bueno. Quizá por ello la gente lo toma como el punto de inflexión para Led Zeppelin. En eso creo que están de acuerdo tanto los fans como los críticos del álbum; sin importar si consideran éste mejor o peor que el Houses of the Holy, el Physical Graffiti es considerado universalmente como el punto tras el cual comenzarían su descenso creativo hasta estrellarse en el piso y estallar en llamas… La diferencia es que para algunos, aquí ya dan muestras de agotamiento y falta de creatividad. Para otros, incluyéndome, es la última gran obra de la banda. Siendo estrictos, quitándole las capas superficiales y la ostentosidad, es decir, sin los apantallantes riffs, habría que darle la razón a sus detractores. Pero me gusta ver el vaso medio lleno, y los riffs y la batería de Bonzo me parecen lo suficientemente buenos para levantar el disco e incluso perdonarles que lo hayan alargado descomunalmente cuando no tenían material para.

 

Las sesiones de grabación fueron accidentadas. Después de la gira mundial de 1973, considerada por muchos la mejor de la banda y quizá la mejor de la historia, el grupo estaba agotado y desgastado. Particularmente John Paul Jones, quien nunca estuvo metido en el ambiente fiestero y de groupies de los otros 3, que solos se encargaban de dejar una estela de destrucción en cuanta ciudad aterrizaban. Tras acabar el tour, la banda decidió meterse de inmediato al estudio a grabar su siguiente álbum, en Noviembre. La cuestión es que Jones quedó tan exhausto tras la gira del ’73, que ni siquiera habían iniciado las sesiones en Headly Grange cuando le anunció a los demás que dejaba la banda, porque pensaba aceptar un puesto como jefe de coro de la Catedral de Winchester, que le daría más oportunidad de estar cerca de su familia y llevar una vida más tranquila. Las sesiones se suspendieron y Peter Grant, el astuto manager de la banda, sostuvo largas pláticas con Jones, hasta que lo convenció de que simplemente se tomara unas vacaciones de algunos meses para cargar las pilas. Así, regresaron al estudio en Febrero del ’74, con John Paul más animado, y con los demás dispuestos a permitirle más responsabilidad en la cuestión creativa, particularmente en los teclados. Durante estas sesiones grabaron 8 de los temas centrales del disco, que en su mayoría constituyen los temas más largos y elaborados del álbum. Pero igual que en las sesiones anteriores, también grabaron tomas que no pensaban incluir, palomazos en el estudio y jams. De pronto se dieron cuenta de que tenían 60 minutos, lo cual excedía el tiempo convencional de 40 minutos de un acetato. Al no querer descartar ni una canción, decidieron que era buen momento para rescatar algunos de esos jams y outtakes de discos previos para completar el álbum doble.

Así por ejemplo “Bron-Yr-Aur” se grabó en 1970, en las mismas sesiones en que grabaron “Bron-Y-Aur Stomp” con la que usualmente se confunde. “Night Flight” fue un descarte por considerarlo un tema muy flojo para el Led Zeppelin IV, y “Boogie With Stu” fue un palomazo durante esas mismas sesiones en las que estaban tocando con Ian Stweart, “El Sexto Rolling Stone”, al piano. Black Country Woman” fue otro tema menor descartado para el Houses of the Holy, grabado en 1972 en la misma sesión que “D’yer M’aker”. Y la misma canción “Houses of the Holy” terminó siendo eliminada del disco que lleva su nombre, en uno de los casos más curiosos de la historia. Así tomaron todos estos temas menores y los enjaretaron para completar los 82 minutos del disco. Durante 1974 terminaron de pulir los detalles, hicieron la mezcla en Octubre y el álbum fue lanzado en Febrero del ’75.

Como les decía, es un disco muy variado sin ser tan experimental como su antecesor. Y al tener grabaciones de distintas épocas, es una especie de resumen de todos los estilos de la banda, pasando aún por un buen momento. Así tenemos Hard Rocks explosivos y con riffs incendiarios, como “The Rover” o “Custard Pie”; hay una canción Pop muy bien construida con “Houses of the Holy”; un funk rocker con “Trampled Underfoot”; un jam que terminó siendo “Boogie With Stu”; “Black Country Woman”, que es un country acústico; “Kashmir” que tiene mucha carga de sonidos orientales; hay baladas de amor con “Ten Years Gone”; un buen blues con “In My Time of Dying”, que además viene siendo una especie de “Moby Dick” mejorada para el lucimiento de Bonzo; y hasta instrumentales como “Bron-Yr-Aur”. Por variedad, no nos podemos quejar!!! Y lo mejor es que no se salen del sello de Led Zeppelin, todo suena cohesionado y como si lo hubieran grabado la misma semana. El mismo Page diría que este es su disco favorito, ya que los tomó en su mejor momento creativo y sumariza de gran manera todo el catálogo de sonidos de Zeppelin. Además, según él, “Kashmir” es la mejor canción que jamás grabaron.

 

El disco abre con “Custard Pie”, un furioso rocker con algunos toques funk, con la que continúan su tradición de abrir los discos con canciones incendiarias. El riff es bueno, en el que se entretejen las guitarras con el bajo, que alcanza a hacer un riff todavía más complejo, con un sonido crujiente que se roba los reflectores y haciendo unos destiempos que no dejan de ser bailables. Al 1:40 tenemos un violentísimo solo de Page con el wha y la distorsión a todo (procesado a través de un sintetizador ARP), con atisbos casi metaleros, aunque después de los power chords regresa a la influencia blues en combinación con el buen riff. El problema es que Plant ya comienza a sonar excesivo, y le cuestan trabajo los tonos altos que antes alcanzara caminando. Se entiende en parte. Robert sacrificó su voz entre 1969 y 1972 durante las giras mundiales, alcanzando tonos imposibles. Después su voz comenzaría a decaer y para suplirlo, llenaría los huecos con su balbuceo cada vez más teatral y exagerado. Al 2:45 entra una armónica que recuerda un poco  a “When The Levee Breakes”, para terminar de redondear la atmósfera durante la larga coda. Quizá este es el problema de la canción. El último minuto sale sobrando, ya que el riff prácticamente no cambia en toda la canción. “Custard Pie” es buena, de inicio causa buena impresión al tener un riff pateatraseros, y cumple su función de ser un buen abridor. Pero al final uno se queda con la impresión de que está muy lejos de otros abridores míticos como “Good Times Bad Times”, “Whole Lotta Love”, “Immigrant Song” y “Black Dog”. No por nada nunca aparece en recopilaciones.

Sigue “The Rover”, que a mi gusto pelea el puesto por la mejor canción del álbum. Un Hard Rock puro, tremendo, incendiario, abrumador, con una intro densa a partir de los Power Chords que el mismo Townshend envidiaría y que después se convierten en un riff poderoso, ponzoñoso, adictivo. La guitarra usa un efecto Phase Shifter  para lograr ese espectacular sonido. Bonzo suena descomunal, y la batería se roba cámara esta vez desde el mero principio, pegándole a los tambores como si du vida dependiera de ello. El bajo es cohesivo, punteando los tonos al más puro estilo Hardrockero para no sobreponerse a las guitarras. Por cierto, Jones agregó aquí una guitarra en adición a la de Page, lo que la hacía muy difícil de interpretare en vivo. Es maestral la manera en que van combinando y entretejiendo los instrumentos para lograr las complejas pero perfectas estructuras de la canción. Los coros son exquisitos, bajando la intensidad y con las guitarras haciendo una escala descendente maravillosa, tras la cual hacer unos remates antes de volver al riff y los versos. Incluso Robert suena espectacular, y toda su parafernalia encaja maravillosamente con el tono desaliñado pero poderoso de la canción. El solo del 3:15 es el mejor logrado del disco, con la guitarra casi limpia, y haciendo figuras memorables como ningún otro requinto del álbum. La canción es mastodóntica, aplastante, con un aura majestuosa que siempre me deja anonadado. La rola fue grabada inicialmente en 1972 par a las sesiones del Houses of the Holy, pero entonces era una versión acústica. La canción fue evolucionando y tomando más poder hasta esta toma definitiva. Dream Theater la tomaría para un notable medley tributo a Zeppelin en su disco A Change of Seasons de 1995, sin hacerle demasiados cambios a esta chulada de canción.

“In My Time of Dying” es un potente Delta Blues con esas exquisitas slides guitars, que inician de manera casi minimalista, cargado de eco como si estuviera en una caverna,  y luego van haciendo un despliegue de efectos de pedales, cambiando de voces y tonos en cada requinto. El riff es también descomunal, y parece un tren que va tomando impulso para después arrasar todo a su paso. Bonham se vuelve a llevar la canción, al hacer definitivamente uno de sus mejores performances en estudio, superando incluso a “Moby Dick”. Los cambios de ritmo funcionan muy bien, con parones, arrancones, y cambios bruscos, como ese nuevo riff al 3:45 con el que la canción se vuelve más agresiva y furiosa. Sigan a Bozo a partir de aquí, los dobles remates son simplemente espectaculares, y la canción en sí sirve de un enorme solo de batería con un gran despliegue de trucos, pero a diferencia de “Moby Dick” aquí lleva el ritmo, por lo que es bastante más disfrutable y la dificultad es mayor. Hacia el minuto 5 el solo va creando un gran clímax en la canción, dando una cátedra de blues. Plant se escucha bien en la primera mitad, incluso haciendo uno de esos míticos duelos de espejo con la guitarra, pero después del minuto 5 o 6 comienza a sonar excesivo y a saturar la canción con su balbuceo. Casi nos olvidamos de Jonesy, quien también da una maestría en bajo, sobre todo en las extensas partes del solo en que la canción se mantiene en un solo tono y se las ingenia para hacer complejísimas y maravillosas líneas que constituyen un solo por sí mismas. La rola dura 11 minutos, y es la más larga grabada por Zeppelin en estudio. Cierto es excesiva, y bien podría durar la mitad, pero los solos y el despliegue técnico de los 3 instrumentos bien valen la pena. Al menos yo prefiero este tipo de rolas épicas que la misma “Moby Dick” o “Toad”. Y definitivamente es LA canción de batería por la que debe ser recordado John Bonham como uno de los más grandes de la historia. Fascinante despliegue instrumental, que sin duda vale la pena marcar en rojo a pesar de sus excesos y de que al final es abrumadoramente repetitiva.

Luego tenemos “Houses of the Holy”, que de manera increíble quedó descartada de su propio disco. Por lo mismo es más luminosa y ligera, con más tintes pop y funkys, un riff juguetón muy movido. La línea vocales también pegajosísima, y la banda parece estarse divirtiendo a mares interpretándola. La línea de bajo va siguiendo el riff de guitarra dándole profundidad, y Robert esta vez no suena para nada mal, divirtiéndose mientras juguetea con la melodía. Buena canción, pero hasta ahí, nada espectacular ni complicada, y a pesar de que me gusta y la disfruto no entiendo como es que es tan radiada y aparece en las colecciones a diferencia de la 3mil veces superior “The Rover”. Además encaja mucho más en “su” disco, más ligero que éste. Aún así no queda mal un respiro pop en medio de tanta potencia hardrockera.

Seguimos con “Trampled Underfoot”, una poderosa canción con bastante influencia Funk, que nació en 1972 cuando la banda estaba palomeando con “Terraplane Blues” de Robert Johnson. Jhon Paul Jones se lleva la rola, al hacer una colosal línea de bajo que le da una profundidad tremenda y hace la estructura bailable de la canción con un crujiente slapeo al 2:05 el mismo Jones agrega un solo de clavinete que resalta la canción y mantiene es espíritu entre juguetón y oscuro. Al final de este solo Page también se discute con unos slides potentísimos y la canción explota, hace un parón en el que quedan sólo el teclado y un desgarrador “Uuuuhhhh” de Plant para volver después a la carga con el poderoso riff. En esta canción hay una variedad de influencias tremendas. Muchos atacaron a Zeppelin al acusarlos de estarse desviando hacia el disco, pero la verdad es que tiene mucha más carga de blues y funk. El mismo Jones diría que mucho del sonido lo deben más a “Superstition” de Stevie Wonder. En fin, una canción muy rara, que bien puede ser bailable, pero que no pierde un ápice de potencia y mantiene cierta malignidad u oscuridad.

Sigue una rolota, la mejor del disco y de las mejores de la banda. “Kashmir” con su majestuosidad, sus tintes orientales, su medio tiempo, y ese histórico riff que es una combinación de guitarra ascendente con el melotrón de Jones, es a decir de Jimmy Page, su mejor canción. Con influencias marroquíes, indias y árabes, la canción es épica, monumental con un riff que crea tensión por sí mismo, dando una sensación vertiginosa y siempre a punto de estallar, a pesar de que lleva un medio tiempo. La canción duró 3 años en construcción, empezando a trabajarla Page desde 1972 con las sesiones de “Black Mountain Side”  y “White Summer”, de influencia India. Poco a poco la fueron armando hasta que quedó una versión definitiva para las sesiones del PG. Ante las eternas discusiones de que si lleva sintetizadores u orquestas, lo que suena en el riff ascendente es un melotrón, pero en los puentes hay secciones de vientos y metales que se agregaron para resaltar esa elegancia. En vivo, todo estaría a cargo de Jonesy con melotrón y sintetizadores. La canción es gigantesca, un monstruo colosal que te avienta al piso desde las primeras notas. La batería tiene un efecto de phasing que da ese aire apocalíptico, lleno de eco, y que nos hace brincar con cada pedalazo del bombo. El riff ascendente es quizá de los más sencillos, memorables y poderosos de la historia. Los remates descendentes en los puentes entre verso y verso contrastan con la escala ascendente de las partes cantadas, y sirven como pequeños clímax o explosiones a la tensión que genera el riff por sí mismo. El bajeo es simple, manteniéndose prácticamente en la misma nota, pero la labor de John Paul Jones en los teclados bien vale por 3 orquestas. Luego tenemos las estrofas, donde cambian el ritmo para la sección “Oooh, baby I've been flying”, donde nuevamente construyen una meticulosa explosión. Luego otro puente al 3:20, más oscuro y maligno, donde la incorporación de la orquesta se hace más evidente mientras Plant canta “All I see turns to Brown…”. En fin, la canción se alarga hasta el 8:30, pero es maravillosamente perfecta, con una atmósfera sobrecogedora, majestuosa, que nos remite a tiempos remotos, y que no deja de tener cierto misticismo y oscuridad.  Una joya. Lástima que el mismo Page  devaluara ese monstruoso riff con Puff Daddy. Hay una versión para el No Quarter de 1994, donde resaltan más los aires orientales. La batería se extraña horrores y los teclados son sustituidos por orquesta e instrumentación egipcia. Por eso digo que John Paul Jones vale más que 3 orquestas.

A partir de aquí el disco comienza a decaer poco a poco hasta estados lamentables hacia el final. “In The Light” es aún un buen tema, con una entrada hipnótica, nuevamente reminiscente de los sonidos orientales hecha por Jimmy con un arco de violín y una guitarra acústica con efectos. Después de la majestuosa intro con tintes cósmicos, que dura 1:45, la canción por fin explota con un potente riff en que John Paul Jones hace arreglos con los sintetizadores. Luego entra la voz, cadenciosa y en tonos medios, mientras Page hace otro riff oscuro y muy potente, rematado con slides que recorren toda su guitarra. Al 4:10 hace una pausa, Jones hace un arreglo de clavicordio, y la canción pierde toda su malignidad y el efecto tremendo que había causado se va al traste con arreglos más alegres y luminosos. Tras un rato, la banda vuelve al principio, con ese zumbido que simula un sitar al fondo y repiten los trucos. La canción es muy buena en ´si, pero esta vez si se exceden al llevarla hasta los 8:45 cuando después del minuto 4 ya no tenía razón de ser, además de que el puente optimista en que Plant repite el título queda sobrando. Esta parte además se alarga al final para formar una larga coda.  Este es quizá el problema del disco a partir de aquí, que la banda no sabe cuando detenerse, y usualmente se excede enormidades.

Sigue “Bron-Y-Aur”, una pieza instrumental acústica de 2 minutos, originalmente de las sesiones del LZIII, y de la misma época de “Bron-Y-Aur Stomp", con la que usualmente se confunde. Está linda, pero hasta ahí. No es tampoco particularmente impresionante como “Black Mountain Side”.

“Down By The Seaside” es una baladita simplona, ligera, con un coro muy pop. La canción se me hace más bien floja, con una melodía vocal forzada y una guitarra poco inspirada. No podemos negar que tiene algo de encanto, pero no es particularmente memorable. Quizá el mejor momento es el cambio de ritmo al 2:05 para darle un aire más dinámico y rockero, sin llegar a estallar, pero que mejora sustancialmente la canción, para luego regresar a la parte de balada hippiosa. La rola dura en total  5:15, y esta vez me parece que lo que salen sobrando son los 2 primeros minutos. Si hubiera quedado sólo loa parte rockera, hubiera sido espectacular. Pero tampoco es particularmente ofensiva, solo a veces empalagosa.

Luego tenemos “Ten Years Gone”, una excelsa balada que inicia de manera acústica donde retoman el buen nivel y el buen riffeo. La canción es engañosamente sencilla, con un riff cristalino al que después se le agrega distorsión y un fondo de bajo durante la larga intro. La voz entra hasta pasado el 1:10, con una page lleno de sentimiento, sonando sincero. Después del primer verso, entra la batería y la carga de guitarras distorsionadas. La canción es melódica, con variaciones, un requinto decente al 2:30, tras el cual hay otro puente con cambio de ritmo al 3:20. La canción se va alargando, pero esta vez logran colocar las suficientes variaciones para hacer una balada memorable y bien construida, en el que se van sobreponiendo las capas de guitarras y un enorme catálogo de riffs. La letra la dedicó Plant a una novia que tenía en 1965, y habla sobre el momento en que tuvo que decidir entre seguir con ella o continuar con la música, y después se encuentra con ella 10 años después. Quizá por ello suena tan emotivo. La canción es buena, aunque bien pudieron cortarle un par de minutos.

Ahora sí, a partir de aquí podríamos prescindir de lo que sería la cara 4 del doble disco.“Night Flight” es un rock genérico, con un riff blando, y esa entrada que parece de noticiero matutino. Hasta el beat de Bonzo suena corriente y vulgar. Page nuevamente se excede y la atmósfera que crean es absolutamente olvidable.

“The Wanton Song” es igualmente lamentable. Un riff que intenta cierta potencia, pero que sabe tan desabrido como el anterior. Nunca habían hecho esto. Riffs que sonaran a una banda promedio, desganada, poniendo rolas nomás por rellenar huecos. De hecho es una autocopia vil de “Custard Pie”, pero sin el buen efecto de dicha rola. Además se vuelve demasiado repetitiva, dicho riff se repite hasta el cansancio con una horrible melodía vocal y los pocos cambios que intentan en los puentes lucen desatinados y como si fueran de otra canción. Al menos aquí Bonzo vuelve a sonar espectacular y su batería es de lo poco rescatable. 

Luego está “Boogie With Stu”, un palomazo grabado con Ian Stewart, considerado el sexto Stone. En primer lugar es otro rip off que se quemaron de "Ooh, My Head", de Richie Valens. Al menos creo que esta vez si lo pusieron en los créditos. Pero es un jam, palomazo. Sé que es ligero y pura diversión y que no debe ser tomado muy en serio… pero esto no se pone en un disco. Lotocas con tus amigos, te diviertes y ya. Debes cuidarte de hecho que no haya una máquina de grabación prendida. Está bien para las pedas con los amigos y para descansar entre rola y rola en el estudio, pero NO METAS PALOMAZOS en tus discos si quieres ser tomado en serio. Es insultante. Punto.

“Black Country Woman” mejora ligeramente. Al menos es un poco más interesante con las variaciones tonales de ese riff acústico. La melodía vocal también es curiosa y llamativa, y la entonación con que canta Plant, fingiendo estar al borde del llanto es bastante cómica. La canción tiene mucha influencia Country, género que no habían tocado. Al 1:30 se incorpora Bonham únicamente con su pedal, llevando el ritmo, para entrar en ritmo ahora sí hasta el 2:10, junto con el bajo. Es más entretenida, pero suena un poco fuera de lugar y estoy seguro que si no hubiera existido, nadie la habría extrañado.

Finalmente tenemos “Sick Again”, donde tenemos otro clarísimo ejemplo de rock genérico. Riffs que intentan ser potentes a base de capas y distorsión, pero a los que ya les falta la chispa de los primeros discos. Es un evidente tema de relleno, pero ya ni siquiera como el buen relleno del LZ II o LZ III, sino como una canción de cualquier banda hardrockera de medio pelo de la época. Engañosa, falsa e impresionista. Y nada me enferma más que eso. Además dura casi 5 minutos! Cada que la escucho me provoca exactamente lo que el título.

 

En fin, esta última cara es un mal presagio de lo que está por venir. Una banda ya exhausta creativamente, además de golpeada por las tragedias que les caerían. Pero el resto es de muy buen nivel. Riffs explosivos, los músicos en el pináculo de su nivel técnico, una cátedra de riffs incendiarios que varias bandas ya querrían para su discografía entera y Bonzo en un nivel brutal y apocalíptico, quizá su mejor disco. El problema es que evidentemente hay excesos, y si ya anteriormente habían hecho descartes, también aquí debieron quedarse con un álbum de dos caras, con 8 o 10 temas (si le cortaban un par de minutos de excedente a algunas rolas) que hubiera significado EL mejor disco de sus carreras, eliminando la polémica existente entre el I y el IV. Se imaginan? Un album sólo con “Custard Pie” “The Rover”, “In My Time Of Dying”, “Houses Of The Holy”, “Trampled Underfoot”, “Kashmir” “In The Light” y “Ten Years Gone”???

De cualquier forma es un buen disco, para nada tan catastrófico como muchos de sus detractores pregonan, y bien se puede disfrutar de una sentada a pesar de sus excesos. Pero tampoco llega al nivel de las joyas como el LZI, LZII y LZIV. El último gran disco de Led Zeppelin. Y bien visto, quizá el último gran disco de la Era original del Hard Rock, que a partir de entonces entraría en decadencia.

Por Corvan

16/Sep/2011

Letras de El Traductor de Rock

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