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EL SILENCIO (Caifanes, 1992)

Artista: Caifanes (C+)
Fecha de Grabación: 1992
Fecha de Lanzamiento: 29 de Mayo de 1992, MEX
Discográfica: RCA Records
Productor: Adrian Belew
Calificación: 
10 (MUST HAVE)

Era: 90's Rock En Ñ: La Era de Oro

Subgénero: Alternativo Ñ

Mejor Canción: Debajo de Tu Piel es la que más me gusta a mí, pero puede ser cualquiera de las marcadas en rojo, todas son tremendas!!!

Canciones: 1) Metamorféame; 2) Nubes; 3) Piedra; 4) Tortuga; 5) Nos Vamos Juntos; 6) No Dejes Que...; 7) Hasta Morir; 8) Debajo de Tu Piel; 9) Estás Dormida; 10) Miércoles de Ceniza; 11) El Comunicador; 12) Para Que No Digas Que No Pienso En Ti; 13) Vamos A Hacer Un Silencio; 14) Mariquita.

De pie por favor! Estamos ante uno de los 4 o 5 mejores discos del Rock hecho en México. Me atrevo a decir que uno de los 4 o 5 mejores discos de Rock en español de los últimos 25 años. El Silencio es un disco redondo, brutal, tremendo, adictivo, atemporal y con una cantidad de detalles y una calidad musical que no le pide nada a cualquier disco de primer nivel da las bandas anglosajonas de culto. De hecho, este es el disco responsable de la fama que aún hoy día goza Caifanes, poniéndolos en su momento al tú por tú con monstruos como Soda Stereo y Héroes del Silencio, con quienes conformarían el triunvirato más influyente del Rock en Ñ. No sólo eso, sino que fue el segundo pilar que llevaría aun época durada del Rock en español a principios de los 90s’ con el Canción Animal de Soda de 1990 como el primero de ellos y El Espíritu del Vino del ’93 de Héroes como el tercer gran revulsivo que abriría las puertas a la oleada de excelentes bandas latinoamericanas y españolas que saldrían en los 90’s. Mi posición es que estos 3 discos más grandes discos en español en los últimos 25 años (e insisto, es una opinión personal). Dejémoslo en que son los tres discos más influyentes del último cuarto del siglo.

Creo que el Nervio Del Volcán del ’94 los consagraría y tendría mayo éxito comercial, pero muestra ya una banda fracturada, una lucha de egos entre Saúl y sus letras cada vez más complejas, y Alejandro, que se echa el disco a hombros con el mejor nivel que le hayamos oído en su guitarra. Un duelo de egos del que salió otra joya, pero duelo de egos al fin y al cabo. Sin embargo, es El Silencio el que nos muestra a Caifanes aún como quinteto, con un estilo definido, un equilibrio perfecto en el mestizaje sonoro y a mi parecer, canción por canción, es mucho más sólido que el Nervio. No sólo eso, sino que los 5 están al tope de sus capacidades, el nivel instrumental es impresionante, con la banda aún trabajando en equipo para crear atmósferas íntimas, explotar al siguiente instante con solos orgásmicos, agregar detalles, redobles, en fin; una maquinaria que trabaja al unísono para crear piezas musicales de colección y que se convirtieron en himnos de una generación.

Con el Diablito, Caifanes se consolidó como la banda más fuerte de México, sobrepasando grupos como Neón, Fobia, La Maldita Vecindad y Los Amantes de Lola, que también se abrían espacio poco a poco. Pero el trancazo de “La Negra Tomasa” de su debut y de “la Célula Que Explota” de El Diablito, dejaban claro que tenían otro nivel y que era la banda que estaba abriendo las puertas a los demás. Así, para 1990 Caifanes y los grupos mencionados unieron fuerzas para un enorme tour por todo el país. Para 1991 la popularidad de la banda era tal que hicieron un legendario “mano a mano” con Soda Stereo en el Palacio de los Rebotes. Yo obviamente estaba muy chico como para ir, pero tengo amigos, conocidos e incluso lectores de La Caverna que han comentado que posiblemente haya sido el mejor concierto jamás hecho en tierras mexicanas.

El caso es que Caifanes ya era una banda totalmente madura y la líder indiscutible del movimiento en México, así que en 1992 se decidieron meterse al estudio de grabación a callar bocas a sus detractores, quienes ya habían dicho que no podrían superar “La Negra Tomasa” y ahora gritaban que no podrían superar “La Célula Que Explota”. Con el Rock mexicano en movimiento y generando ya toneladas de dinero, RCA les dio un cheque en blanco y les ofreció una cartera de posibles productores a escoger, y el elegido fue ni más ni menos que Adrian Belew de King Crimson, quien sin duda metió mano en la fina, deliciosa y compleja elaboración de estructuras y atmósferas. Las grabaciones fueron en Winsconsin USA, con la mayoría de las canciones ya armadas de antemano, compuestas durante la exhaustiva gira del año anterior.

Sin embargo la magia que generaron en ese par de meses de grabación es impresionante. Los Caifos se metieron decididos a hacer un disco que les gustara a ellos y no a complacer a terceros, logrando un gran trabajo en equipo, aportando cada quien con ideas, estilos y con sus mismas personalidades y técnicas instrumentales a terminar un disco único e irrepetible, que terminaría no sólo complaciéndolos a ellos mismos, sino logrando alabanzas de los críticos y los fans. Los sonidos latinoamericanos están presentes, pero es más fácil distinguir la idiosincrasia mexicana, matizada sin sonar obvia, a través de las marimbas, los ritmos de sones huastecos y huapangos, los arreglos de banda norteña que viene al final de “Piedra”, el ritmo guapachoso y tropical de “Para Que No Digas Que no Pienso En Ti”, o los requintos de Marcovich, que tienen impregnados cierto aroma mexicano a pesar de su raíz argentina (y yo insisto en que Marcovich es más mexicano que el chile ancho).

No es un disco conceptual, pero a lo largo de todo el disco está presente esta esencia mexicana y latina sin sonar forzada como en canciones anteriores de la banda. Esta vez la fusión la logran con éxito total, y las canciones suenan absolutamente naturales, es ya imposible imaginarlas sin estos matices. Pero además se deshacen totalmente de los clichés ochenteros que aún se perciben en algunas canciones del Diablito para dar un giro hacia un rock más alternativo que estaba despuntando apenas en USA. Además hacen por primer vez uso del sampleo de voces y otros instrumentos (la coda de “Miércoles de Ceniza” es un claro ejemplo), adelantándose algunos años al manejo de herramientas electrónicas para la creación de discos. Hoy es un recurso común, pero en 1992 era casi inimaginable, y poco después Café Tacuba, Santa Sabina y Fobia, estarían siguiendo los mismos pasos.

Líricamente es el trabajo más maduro de Saúl Hernández. En toda su vida. En las anteriores reseñas lo he criticado enormidades por ser tan ambiguo y ambicioso, pero en esta ocasión logra metáforas muy bien hechas para ir dotando de cierta oscuridad y cierta mística a todo el disco. No deja de ser ambicioso, pero esta vez logra un equilibrio exacto con las atmósferas, y las imágenes que utiliza son más accesibles sin dejar de ser poéticas. Ya mencioné que no es un disco conceptual, pero la muerte parece estar presente en todo el álbum, tanto a través de las letras como por las atmósferas lúgubres pero potentes que alcanzan. La portada también es un collage de representaciones prehispánicas de la muerte y una imagen criolla (una Virgen en la parte de los ojos?), que representa también el perfecto mestizaje musical del disco.

El disco abre con todo. “Metamorféame” es una rola apocalíptica, con una potencia inusitada, y desde la entrada con ese mini solo slapeado de bajo que da nota de la enorme técnica del Sabo, uno siente la adrenalina, la fuerza de avalancha que tiene la intro. Es quizá la rola más potente de Caifanes, y en verdad deja sin aliento desde las primeras notas. Alfonso lleva la batería con un ritmo implacable, que no baja de intensidad ni siquiera cuando los demás instrumentos lo hacen. Después de la gigantesca intro, la guitarra y bajo dan un respiro para que Diego haga arreglos más etéreos con los teclados, y Saúl inicia con los versos. A pesar de que no son tan furiosos como los coros, la voz trasluce rabia y desesperación en cada palabra, logra deliciosas imágenes sobre la traidora condición humana hasta que Saúl se vuelve loco después de “Una Oveja Se Está Suicidando” para desquiciarse por completo en los coros. No se si para ésa época se haya escuchado algo con tanta potencia en una canción que no sea de Metal. Mientras Saúl grita el título, Marcovich hace rugir de la misma manera la guitarra para llegar a un clímax delicioso. Un canción violentísima, pero conjugando exquisitamente la agresividad de las metáforas, la entonación y la instrumentación para que la canción sea un masoquismo delicioso y adictivo. Finalmente los 2:40 parecen insuficientes para esta descarga de adrenalina, en la que además, todos hacen un despliegue técnico en sus respectivos instrumentos, mostrando su mejor nivel. Todos, incluyendo Saúl, quien difícilmente podría hoy alcanzar tonos tan altos. Un inicio impresionante y que deja sin aliento, y se perciben ciertas influencias de la crudeza del Grunge, que comenzaba a masificarse en Estados Unidos.

Sigue “Nubes” donde bajan el ritmo, haciendo una canción más melódica y pausada, con un tremendo cuidado en los detalles y ganchos. La intro corre a cargo de Alejandro, con un efecto de delay en su guitarra que le da una sensación aérea, muy acorde al título. Sabo va dando la pauta con bajeo juguetón, ascendente y descendente, jugando con los tiempos y las pausas. André hace uno ritmo muy tropical acorde al bajeo y hace unos estupendos remates antes de los coros. El coro es más luminoso, lleno de esperanza y contrastando con el pesimismo de los versos, y en los que Diego hace unos estupendos arreglos de metales. Tras el segundo coro, al 1:50, Marcovich se avienta un solo corto, pero magistral, mientras los demás crean una atmósfera más íntima e incluso Saúl se incorpora susurrando en tono más confidencial. Ya para la coda comienzan a insertar infinidad de recursos, desde Saúl cantando “Ahhhhhhhhh Ahhh” con falseto incluido, arreglos de metales, una estupenda línea de bajo, otro riff de guitarra que se repite mientras se va difuminando la canción lentamente. Deliciosa canción, muy rítmica y disfrutable, y donde sobresale el trabajo en equipo para que al final uno se quede con la impresión de, efectivamente, haber dado una vuelta al cielo.

Continuamos con “Piedra”, una canción de una honestidad brutal por parte de Saúl, quien narra la desesperación de su vicio al crack, al que en México se le conoce comúnmente como piedra. Aquí la banda se concentra más en la elaboración de atmósferas, acompañando a Saúl en la creación de angustia y desesperación. Aquí hay que reconocer que el mayor mérito es de Hernández, dando pausas angustiantes y alargando las palabras de los coros (con que por cierto inicia) y un fraseo rápido y amargo durante los versos. La lírica también es de gran nivel. Saúl sigue creando imágenes rebuscadas, pero en esta ocasión atina a crear metáforas crudas y venenosas que revelan su dependencia y angustia a la droga: “Soy un mundo, no me destruyas, que quiero conocer la paz interior…”. Musicalmente destacan los cambios de ritmo, y el requinto del 2:20, relativamente simple, rápido y casi a guitarra limpia, apenas con un delay en la acústica, para después hacer el cambio a guitarra eléctrica, más pausado pero con bastante distorsión, creando un contraste semejante al de la voz de Saúl. La batería también es impresionante y precisa a lo largo de casi toda la rola, mostrando un gran dominio de la tarola y el platillo ride, que llevan tiempos encontrados toda la canción. Otro detalle es el uso de sampleos, usados tímidamente al final del coro del 2:20 y antes del mencionado requinto, donde se escucha al fondo una banda de viento sinaloense, muy típicas en México. Para la coda se hace más presente este efecto, empezando también en un nivel apenas perceptible, pero creciendo lentamente mientras los instrumentos se apagan para finalmente quedar sólo el sonido de los metales, como celebrando. Ahora parece algo común, pero para 1992 el uso de sampleos en México era algo bastante novedoso.

Después llega “Tortuga” que baja un poco el ritmo a este tremendo inicio de álbum. La banda se concentra en las texturas, y en esta ocasión me recuerda un poco a la oscuridad de algunas canciones del Ten de Peral Jam, pausada, pero con mucho cuidado en los detalles. En viaje muy atmosférico, denso, con la guitarra haciendo arañitas, la sección rítmica dando una gran profundidad a través del bombo y del bajeo que juega con los tiempos. No es la mejor del disco, pero es muy buena, y quizá hubiera destacado en cualquiera de los dos primeros, además de que conserva un poco esa aura más gótica, extraña, pero delicada de estos dos primeros discos.

“Nos Vamos Juntos” es otra canción enorme, que tiene la mala fortuna de estar entre otras joyas que la opacan y que hace que no sea de las más recordadas por los fans. Estuve tentado a no ponerla en rojo, porque me dijeron que tanto rojo se veía excesivo, jajaja. La cuestión es que es una rola menospreciada injustamente, pero tiene todos los ingredientes para haber sido un clásico y uno de mis versos favoritos de Saúl, por lo que no me importa que todas las canciones queden en escarlata. El bajeo es maravilloso, nuevamente haciendo un manejo delicioso de los tiempos. El que diga que el Sabo Romo no es buen bajista debe poner atención a esta canción y seguirlo a detalle. Va construyendo toda la estructura de una manera casi elástica, demostrando que no debe hacer cosas extremadamente complejas para hacer líneas memorables y de gran nivel. Al :47 hay un cambio de ritmo en que la canción casi se apaga, hacen una pausa en que se las arreglan para generar una deliciosa tensión e inician nuevamente, dando la sensación de reventar la canción, pero están sólo regresando al ritmo original. Tras repetir este ingenioso truco, entra el coro, muy melódico, suave, a pesar de los registros altísimos de Hernández, que canta esa línea que me gusta tanto “Me voy yendo, como el mar, lento y salvaje como tu…”. Saúl sigue creciendo a lo largo del disco, dándo cátedra de dominio vocal y mostrando porqué sigue siendo considerado uno de los mejores cantantes del rock latino. Marcovich luce más bien discreto, pero sus arreglos lucen muy bien si se les presta atención y se combinan con los arreglos de Herrera en una especie de diálogo. Estos detalles se pierden si no se les presta demasiada atención. Al final este diálogo culmina con arreglos con efectos de violines con unas agudas notas punteadas de la guitarra. Pero insisto en que esta es del Sabo.

“No Dejes Que…” es uno de los clásicos eternos y una de las razones por las que “Nos Vamos Juntos” no alcanzó ese status. Quién no ha gritado el coro en una fiesta o en un bar? Ésta es una canción bastante más rítmica, si se quiere complaciente, pero está muy bien hecha, tiene ganchos por doquier, una guitarra que se vuelve protagonista y una melodía irresistible. Por eso se vuelve fácilmente una canción absolutamente memorable y que no te sacas de la mente en una semana. El puente es maravilloso “Y no séeee, porquéeeeee, no me importa saber porquéeeeeee” para rematar con los deliciosos coros “No dejes quéeeeeeee nos coma el diablo amooooooooooor…”. Alejandro va haciendo arreglos con distorsión detrás de Saúl durante los versos, pero acapara reflectores con uno de sus mejores solos al minuto 3, sin ser demasiado rápido o complaciente. Es perfecto, no le sobra ni falta una sola nota y tal vez sólo me gusta más el requinto de “Afuera”. Diego luce práctico con pianos, mientras que la sección rítmica suena efectiva, pero dejando que sean los demás los que lucen. Una canción que s eha convertido en todo un himno latinoamericano.

Después llega “Hasta Morir” que también me parece menospreciada. La banda muestra un dominio brutal de tonos oscuros, amenazantes, que realmente sustentan la locura de las letras y entonación de la voz. Van creando una tensión que rompe los nervios, desde la guitarra cargadísima de eco, el bombo que parece un corazón latiendo y el bajo que se incorpora casi al minuto, de manera discreta pero dramática. La canción comienza a subir hacia la mitad, parece que la van a hacer reventar y vuelven a bajarla casi al silencio. De verdad que las atmósferas son sobrecogedoras, y para cuando Saúl canta “No creas que esta navaja es para mi, la traje para rascarte a ti” uno realmente se traga ese papel de maniático asesino. Luego viene un buen solo, donde entre Marcoich y Romo hacen una excelsa mancuerna dándole un sonido un poco más cumbianchero. Muy buena canción, que evidentemente no es de las más comerciales, pero a mi gusto es también de primer nivel.

Viene después mi canción favorita de Caifanes. “Debajo de Tu Piel” es una canción perfecta, redonda, delicada, cargada de energía, y en donde todos, absolutamente todos suenan espectaculares. La entrada no atino a saber si son guitarras con efectos de clavicordio o es un teclado con efecto de guitarra, con la voz haciendo sonidos aflautados de fondo. De pronto la intro se apaga y el genio de Belew nos regala una un espectacular fade in en ráfaga. La estructura de los versos es maravillosa. Nuevamente el Sabo se luce con un bajeo tremendo, elástico, recorriendo casi todo el brazo y haciendo destiempos, jugando con los silencios y echándose al hombro la canción. Tiene bajeos más rápidos y técnicos, pero este es mi bajo favorito del Sabo por la tremenda creatividad que muestra; los arreglos que hace en los coros son simplemente para derretirse, adictivos, enormes. Vamos con Diego, que hace unos pianos cautos en los versos, dejando el lucimiento al Sabo, pero en los coros los pianos toman mayor volumen y protagonismo, además de que agrega un arreglo con efecto de metales después del segundo coro, al 2:25 para llevarse los reflectores en la deliciosa coda. Alfonso luce espectacular, llevando muy bien el ritmo y agregando remates que mantienen la canción viva, pero es también en la coda donde comienza a agregar más y más tambores, girando por toda su batería para cerrar literalmente a tambor batiente. Alejandro deja un poco el protagonismo en pro de un trabajo en equipo. Durante los versos se contenta con acompañar con un rasgueo, no hay arañitas ni nada. Pero en los puentes entre cada verso, al 1:10 hace un gran riff, con la guitarra un tanto desgarrada y que parece seguir la línea del bajo, luciendo mucho y enlazando los versos en este cambio de ritmo. Saúl luce inmenso, me parece que son varias pistas de voz superpuestas para crear un efecto agridulce y lejano. Pero queda muy bien, alcanza tonos altísimos, y juega perfecto con la melodía vocal en subeybaja, que esta vez es perfecta tanto en los versos como en los coros, y no parecen dos canciones distintas como en otras rolas. Las letras son muy rebuscadas, pero me encantan. Sigo sin captar la mitad de las metáforas, y él sigue siendo excesivamente complejo, pero en esta ocasión las hermosas imágenes logran crear emociones a lo largo de toda la canción, por lo que funcionan a pesar de que son ambiguas. Si escribiera así todas las canciones: “Si pudiéramos escupir cometas, le ganaríamos al tiempo…” y el coro, el coro es perfecto líricamente, y muchas veces lo pongo en mi Messenger como nota. En fin, una canción redonda, perfecta, adictiva, y que puedo pasar horas escuchando una y otra vez, descubriéndole cosas nuevas y maravillándome. Ni siquiera me importa que no tenga requinto. Es perfecta!

Enseguida está “Estás Dormida” que también me parece una canción enorme y casi la marco en rojo. Muy rítmica, más ligera, con un guitarreo acústico muy marcado y el bajo haciendo escalas desde la intro. Alejandro hace un riff muy bueno a la entrada, y va creando remates entre cada verso. La canción, tanto por el ritmo como por la musicalización es más alegre, aunque la letra hace nuevamente referencia a la muerte de manera velada. Diego hace unos arreglos de piano muy finos. Herrera es un tecladista excepcional; definitivamente no es un Keith Emerson o un Ray Manzarek, pero sabe hacer los arreglos precisos para vestir muy elegantemente las canciones. Su ausencia se notaría como un enorme hueco en el nervio. Se avienta además un buen solo de sax al 2:20. La canción es muy buena, tiene excelente mood, es ligeramente más luminosa que el resto del disco, pero sin desentonar con el tema de la muerte. Pudo ser de las mejores en discos anteriores, pero aquí luce ligeramente apenas inferior que las de primer nivel.

“Miércoles de Ceniza” es una canción rarísima. Tiene un montón de contrastes que la hacen muy rica, desde la batería que tiene unos filtros electrónicos para que parezca hecha por computadora (otra vez la mano de Belew) junto con el bajeo, dan un efecto de canción hecha por DJ durante toda la primera parte, unos 5 años antes de que estos efectos se pusieran de moda. La canción luce fría y lejana, el teclado de Diego también parece hecho con Midi, y sólo la guitarra juguetona de Marcovich da pinceladas rockeras, y la voz de Saúl que luce casi adolorida, rememorando y dando el toque humano. Durante esta primera parte el contraste suena raro, muy experimental, un tanto desconcertante, y parece hasta cierto punto una canción fúnebre por su ambientación. Además otra vez la muerte es el tema central, haciendo algunas referencias religiosas desde el título que le valieron ciertos comentarios de la Iglesia en su momento. La canción prende hasta el 2:15, sin tensión ni previo aviso, se convierte en un furiosísimo rocker con la guitarra a toda distorsión, Diego haciendo unas exquisas escalas descendentes con efectos de violines y luego un riff-requinto que abarca buena parte de la coda. El requinto después se va volviendo más experimental, atonal, casi progresivo y se comienzan a escuchar sampleos a partir del 3:50, una voz diciendo “E-está groovy” y sonidos metálicos, amorfos de la guitarra haciendo un collage que termina en un caos controlado. Una canción muy extraña, fría y oscura, pero donde sorprenden gratamente con un buen nivel de experimentación.

En “El Comunicador” siguen con ambientes un poco abstractos, ligeramente más rockeros con una guitarra vibrante y que cada vez lleva más el sello de Marcovich que exprimirá a fondo en rolas como “El Año Del Dragón” del Nervio del Volcán. Al fondo se oye un sonido como industrial y la atmósfera se vuelve aún más siniestra. Sabo luce también impresionante en un estilo libre a lo largo de toda la canción. En sí, todos parecen estar haciendo por momentos un collage de solos experimentales apenas armados sobre un armazón. Ya para el final, la canción agarra más ritmo, Diego hace un buen solo de Sax y el cierre es todavía más bizarro con un fade out en ráfaga. No creo que ninguna banda mexicana haya hecho experimentación de este tipo, con toques alternativos y progresivos que llevan cierta marca de King Crimson, para un collage tan espectacular. Otra de las rolas menospreciadas del disco.

Los chicos dejan de lado los ambientes sombríos con “Para Que No Digas Que No Pienso En Ti”, que es por mucho, la canción más festiva del álbum. La misma banda parece más relajada y estarse divirtiendo sin mucho compromiso. La canción es muy guapachosa, con matices de cumbia, muy bailable. Pero a pesar de ser bastante ligera, la banda se las ingenia para meterle buenos arreglos y hacerla entretenida. El coro es pegajosísimo, y es imposible no tararearlo el resto de la tarde una vez que lo escuchas. La letra además es bastante lúdica, y el puente instrumental del 2:35, un tanto espectral, también parece una broma insertada a media canción. Fue un éxito comercial, pero no me parece que sea de las mejores del álbum.

Con “Vamos A Hacer Un Silencio” vuelven al modo sombrío. Sólo que esta ocasión la rola tiene un cierto aire remoto, prehispánico, quizá por el tamboreo o por el requinto de entrada a 2 cuerdas. La banda se concentra en crear climas pesimistas, pero íntimos y sobrecogedores. Alfonso y Diego hacen casi toda la canción, uno con el tamboreo primitivo de la primera parte y otro con los solos de sax que va esparciendo. Al 3:20 la batería toma un ritmo más estable y se incorporan los platillos, para quitarle ese aire antiguo y agregarle más melancolía en la coda. También es una canción que me gusta bastante, pero un poco debajo del nivel del resto.

El disco cierra con “Mariquita” que es una canción popular que tomó la banda para transformarla a su visión. Y el resultado es excelente, respetando el espíritu original de este son huasteco, el guitarreo de la jarana, los efectos de marimba, la guitarra chillante... No es una canción de rock con matices folclóricos, sino un Son Huasteco con matices rockeros, oscuros, góticos, llevando al límite el mestizaje intentado antes con “La Negra Tomasa” y “La Célula Que Explota”, sólo que esta no fue un éxito comercial. Se nota que grupos posteriores como San Pascualito Rey basan sus sonidos en este tipo de canciones. Un buen cierre, no es espectacular por obvias razones, pero la banda muestra que se arriesga y que respeta los sonidos tradicionales, haciendo una mezcla etérea y dramática, muy ad hoc para este tremendo disco.

Qué más se puede decir? Este es un disco imprescindible en cualquier audioteca. El disco rompió fronteras y aún hoy día sigue siendo notable influencia en muchísimas bandas. El equilibrio entre tan diversos estilos, tanto personales entre los 5 integrantes, como de géneros, atmósferas, épocas etc., es inigualable. Pocas veces se verá con tanto éxito la fusión de sonidos añejos, alternativos, góticos, festivos, electrónicos, que además lo convierten en una pieza atemporal que parece recién lanzada. Los cinco integrantes de Caifanes se muestran a tope creativo, y al mejor nivel en sus respectivos instrumentos, pero además como un colectivo en el que no dudan en alejarse del reflector en pos de un trabajo grupal. Líricamente es oscuro, pero hermoso, y uno d elos trabajos más accesibles de Saúl por la facilidad de enlazar emociones a través de las imágenes que crea. El resultado es un disco icónico para Latinoamérica, una pieza prácticamente perfecta, sin rellenos, cadente, deliciosa e histórica. Pocas veces uso la palabra perfección en un disco, pero aquí es no sólo necesario, sino obligatorio. De manera que, si no lo tienes, que esperas? Un Must Have.

Por Corvan  

3/Sep/2010

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