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FREAKY STYLEY (Red Hot Chili Peppers, 1985)

Artista: Red Hot Chili Peppers (C)
Fecha de Grabación: May ‘85
Fecha de Lanzamiento: 16 de Agosto de 1985, USA
Discográfica: EMI America
Productor: George Clinton
Calificación:
 4

Era: Los Nebulosos 80's (1980-1989)

Subgénero: Alternativo

Mejor Canción: American Ghost Dance

Canciones: 1) Jungle Man; 2) Hollywood (Africa); 3) American Ghost Dance; 4) If You Want me To Stay; 5) Nevermind; 6) Freakey Styley; 7) Blackeyed Blonde; 8) The Brothers Cup; 9) Battleship; 10) Lovin’ And Touchin’; 11) Catholic School Girls Rule; 12) Sex Rap; 13) Thirty Dirty Birds; 14) Yertle the Turtle

 

Una pequeña mejora respecto al debut. Tampoco es para echar las campanas al vuelo, los Peppers en este segundo disco aún están a años luz de la maestría que alcanzarían en los 90’s, pero suenan un poco más seguros, con algo más de dirección y por fin se nota la presencia de guitarras, aunque sea discretamente, con el regreso de Hillel Slovak. Y aunque sigue la desfachatez, se nota que se lo tomaron algo más en serio que su debut. Me sorprende notar que para los fans hardcore de los RHCP, éste es un disco de culto y lo consideran la octava maravilla del mundo. No lo voy a discutir, yo soy un fan del sonido más maduro de la banda, así que voy a dar mi opinión como tal.

En primer lugar, el regreso de Slovak le da muchísima fuerza al grupo. No es Frusciante, pero se nota que ya estaba más compenetrado con el resto de los integrantes y le da mayor seguridad a la banda. Durante el tour del disco debut, Jack Sherman se bronqueó con los demás integrantes y lo terminaron corriendo, y el movimiento obvio era el regreso del guitarrista con el que los Peppers surgieron en el ’83. Así quedaron a un paso de reconstituir esa formación original. 

La evolución en el sonido se nota para bien. Como decía, no es una metamorfosis espectacular, son pocos cambios respecto al sonido desfachatado del debut, pero este acaso sea el disco con menos Rock y más Funk de los RHCP, con mucha influencia de los sonidos funkys que predominaron a fines de los 60’s e inicios de los 70’s, covereando dos grupos emblemáticos: Los Meters con “Hollywood (Africa)” y Sly & The Family Stone con “If You Want Me To Stay”. Por ello suena acaso más pulido, más relajado, y al menos más organizado que su predecesor. Los Peppers nunca volverían a sonar tan “tranquilos”.

El hecho de que predominen los sonidos Funk de la vieja guardia, trajo también una fuerte presencia de metales. Casi todos saben que Flea es un tremendísimo bajista, pero es de pocos conocido que también se defiende muy bien con la trompeta, y muchos de los arreglos de metales los hizo él mismo, sonando exagerado por momentos, pero en otros haciendo atinados arreglos como en “If You Want Me To Stay” o “The Brothers Cup”. Por otro lado, el mismo Flea sigue a gran nivel al bajo. Nuevamente se echa el disco encima y es imposible que haga una mala línea. Incluso es capaz de ponernos a seguir el ritmo con un pie o en un descuido, ponernos a bailar. Cliff Martínez suena energético y un poco más compenetrado que en el disco anterior, pero me sigue pareciendo el punto débil del cuarteto. Slovak mejora las guitarras; al menos las pone en el mapa después del lamentable nivel de Jack Sherman en el debut. Las guitarras de Hillel se mantienen en un buen segundo plano dejando el protagonismo a la sección rítmica, pero por mementos tienen una buena presencia, como en “Jungle Man” y si se nota la mejoría en el resultado total del álbum, con un guitarreo más propio para el Funk. A Kiedis aún le falta mucho por mejorar en su estilo y refinar sus rapeos, que siguen sonando genéricos, pero por momentos, cuando se contiene y mete pausas y melodía, también muestra un avance.

Todo esto se combina para que algunas canciones sean incluso disfrutables, y supongo que es lo que hace que los fans de los RHCP desde sus inicios tengan tanto aprecio por el Freakey Styley. El problema viene cuando regresan a la desfachatez y a la carga de punk en temas como “Battle Ship”, “Catholic School Girls Rule” y “Sex Rap”, por no hablar de las nefastas bromas como “Lovin’ And Touchin’” y “Thirty Dirty Birds”. Cuando se toman en serio lo hacen bien, pero cuando vuelven a esa actitud valemadres, caen en los mismos excesos del disco debut y los avances en el resto de las rolas se ven opacados con esas anclas.

La producción también tiene claroscuros. Al menos esta vez consiguieron un productor con el que no estaba peleados a muerte, jajajaja. Si quieres lanzar un pésimo disco el primer paso supongo que es hacer que tu productor te odie. En este caso George Clinton entendió mejor qué es lo que la banda quería, le dio claridad a los sonidos, entendió que el bajo debía predominar, ocultó ligeramente la guitarra, y le dio más unidad al disco. Por otro lado, también tuvo que ver con los excesos, ya que por momentos suena a una oda a los clichés musicales de los ochentas, con niños rapeando en “Brother’s Cup”, excesos de metales, excesos de slapeos, ecos, raps genéricos… sólo faltó un orangután sonriendo en la portada para completar esa colección de clichés, pero incluso el título, “Freakey Styley” era parte de la jerga angenlina ochentera.

 

El álbum abre con “Jungle Man” de manera bastante promisoria. Un mastodóntico riff de bajo, con combinaciones de incisivas guitarras y una batería profunda y que le da potencia. El conjunto suena poderoso, compenetrado, con un gran ritmo y un algo oscuro, generando una gran dinámica con mucho groove que se va al caño al :24 cuando Kiedis empieza a rapear de la manera más genérica e incomprensible posible. Se supone que es una composición que Anthony le hizo al tipo más salvaje que conocía, su amigo Flea. La verdad no siquiera me he metido a indagar qué dice la letra. Afortunadamente el coro mejora algo, resulta pegajoso y va más con el poder instrumental de la rola. AL 2:20 hay un puente que no es maravillosos pero funciona, y al 2:35 Slovak hace un chirriante requinto que deja claro que esta vez SI hay guitarras. No es un Hendrix, pero ya no es Sherman. Si la hubieran dejado como instrumental, o si al menos Kiedis se hubiera interesado en meterle una melodía que encajara, hubiera sido la mejor del álbum.

“Hollywood (Africa)” es un buen funk a la vieja guardia, con mucho ritmo, un beat semilento, las guitarras dominando esta vez en el riff y Kiedis sin atropellar tanto la melodía.  La canción es un cover de The Meters, una de las bandas pioneras del Funk que inspiraron a los RHCP en esta primera etapa. Al 1:10 hay una buena sección de metales que se combinan con el riff antes de que inicie el próximo verso y al 2:10 hay incluso un requinto. Tampoco es increíble, pero esta bien logrado en sus pausas. Luego bajan de ritmo, se quedan susurrando un momento y vuelven a la carga en un fade in que funciona bien, para una coda climática, con sax y todo. El único problema acaso es que es demasiado larga, casi 5 minutos. Con todo y los detalles,  el arranque del disco ya es una muestra de mejora respecto al debut.

Sigue “American Ghost Dance” que a mi gusto es la mejor original del disco, y creo que la única que pudiera considerarse un clásico hasta este punto. Una batería pulcra, con los platillos dominando, pero a la vez sonando agresiva en el beat. Kiedis suena más imaginativo esta vez, con mucha actitud, y el coro es fenomenal y pegajoso. El bajo es más discreto, con un par de tonos marcados y luego un rapidísimo desliz por todo el brazo. Generalmente no me gusta este estilo, pero siempre me sorprendo disfrutando la canción y llevando el ritmo con el pie, al menos. Tiene buenos arreglos de metales a cargo de Flea. Unos cascabeleos que aparecen en ráfagas y en general un aura muy cool y profesional a vez.

Luego tenemos “If You Want Me To Stay”, el segundo cover, esta vez un clásico de Sly & The Family Stone. Al menos demuestran un excelente gusto en la selección de covers y el inicio de disco sigue manteniendo un enorme nivel. La versión que hacen es muy buena, con bajeo simple, pero muy fluido, armando básicamente toda la canción en base a ese exquisito punteo, de una suavidad casi erótica. Los metales también hacen un adorno satinado, logrando en general un gran mood, con todo y coros femeninos al fondo. La canción respeta la original y le meten de su cosecha, con Cliff animándose a algunos remates. Hillel se mantiene discreto, pero hacia el final hace buenos adornos de salida con el wah. Kiedis tampoco desentona, respeta la melodía de Sly y le mete feeling a esa gran letra pidiéndole a su chica que lo deje ser él mismo. En general todo suena muy pero muy bien, muy pulido, y es otro de los puntos fuertes del disco.

Enseguida llega “Nevermind” que arranca con el horrible rapeo de Anthony durante unos 15 segundos. Sé que hay algunos hip hoperos blancos buenos, pero, aunque realmente no sé prácticamente nada del género, nunca supe de un buen rapero blanco. Lo demás es muy genérico. El riff espídico que arman entre guitarra, bajo y metales no varía casi nada en toda la canción. Slovak inserta un solo de guitarra al 1:40, con un efecto de sierra con delay que no suena tan desastroso. Pero en general la canción suena muy plana y carente de recursos. Después del tremendo inicio del disco, comienza a bajar en esta rola, para luego irse a pique.

“Freakey Stiley”, que titula el disco, confirma la baja. Bueno, al menos Flea nos receta con otra gran labor de bajo. Slovak mete atmósferas muy cargadas entre ese beat extraño y soporífero. Y al fondo Kiedis canta o más bien susurra, con una melodía nefasta, queriendo parecerse a Prince (???). Pareciera que están preparando una larga intro llena de tensión que va a estallar en cualquier momento, pero no, es la canción en sí. Las guitarras son excesivamente chirriantes y sin idea.

Después tenemos “Blackeyed Blonde”, donde el disco ya de plano se cae a pedazos. Un beat desaforado y casi disco, el rapeo genérico de Anthony, tratando de sonar cool y padrote. Lo mejor acaso sea la guitarra, con mucho punch y estilo, pero no basta para salvar la rola. Flea también trata de hacer algo con los slapeos, pero por momentos suena excesivo y no puede hacer mucho con el ritmo que lleva Martínez. Y por si fuera poco, al 1:25 se ponen a gritar como chimpancés mamberos. No, no es gracioso.

Luego está “The Brother’s Cup”, que hace una mezcla de ese estilo entre rap  y funk. Inicia bien, con una divertida combinación entre el guitarreo, el riff juguetón de bajo, y los juegos de metales. No es el estilo que me encanta, pero hasta ahora va muy decente. El problema es cuando ponen a un niño a cantar a partir del 1:45, en un truco muy típico y barato de los 80’s. Invariablemente me imagino a Gary Coleman cantando. Esto afea horrores la canción, y para el final se vuelve demasiado repetitiva. No es mala, pero después del arranque promisorio, resulta una decepción.

Viene la parte más difícil del disco, regresando a las influencias más Punk del debut. “Battleship” es una oda al sinsentido, con guitarras recargadas, puentes con bajo predominando y un estribillo muy potente. Pero no sé… cuando los RHCP hacen Funk más tendiente a la vieja escuela, las rolas fluyen y funcionan. Cuando rapean no es muy de mi agrado, pero en ocasiones también les funciona. Pero cuando el balance tiende hacia el Punk realmente suenan horrible, desorganizados, improvisados, como si estuvieran armando la canción ahí mismo. Posteriormente lograran equilibrar a la perfección estas influencias, agregando la fuerte carga de Rock que aquí es casi inexistente, pero en este punto, mientras más se cargan al Punk, peor suenan las rolas. No puedes ser Sly & The Family Stone y los Sex Pistols al mismo tiempo. No.

Luego está “Lovin’ And Touchin’”, un tema extrañísimo para los Red Hot. Son apenas unos 35 segundos, pero no suena a nada a lo que hicieran antes o después. Muy atmosférica, con el bajo de Flea arpegiando como único instrumento y los demás haciendo unos etéreos coros. Kiedis hace una desconcertante letra de amor con líneas como “I'll give you my smile, On the face of your child”. Nunca he sabido si es realmente una broma o si se lo tomaron en serio.

Luego está “Catholic School Girls Rule”, otra canción con un aura punk muy agresiva, fuerte presencia de guitarras distorsionadas y una sensación de desorganización. Kiedis canta los versos muy al estilo de Johnny Rotten, y luego la banda contesta una octava más abajo cantando el título. El riff es cool, pero se vuelve repetitivo y no salen de la misma fórmula por ningún instante. Lo bueno es que dura menos de 2 minutos.

Sigue “Sex Rap” que arranca con un redoble que parece ser una entrada de circo para los payasos. Como su nombre indica, es un rap horripilante, de lo más común, sin melodía. Instrumentalmente es muy pobre, con todos tratando de ir a la mayor velocidad posible, como si eso fuera demostración de que son buenos o algo así. Y el requinto al 1:15 es insufrible, como una sierra eléctrica torturada, que no le pide nada a las atrocidades de Sherman en el disco debut. Una fuerte candidata a la peor del disco y del catálogo entero de los Peppers.

Luego está otro track rarísimo llamado “Thirty Dirty Birds”, de apenas 13 segundos. Really??? Un pseudopoema rarísimo y sin sentido. Supongo que una broma que no aporta nada.

Y finalmente está “Yertle The Turtle”, otro rap, pero al menos con mejor mood y más ritmo. Una buena sección de vientos y los esporádicos slapeos de Flea la vuelven pasable. Pero lo mejor es la historia de trasfondo. La letra es rarísima, y se supone que habla del dealer de George Clinton, el productor del álbum. Como Clinton no tenía dinero para pagarle las drogas que le debía, le tuvo que ofrecer regalías del disco para saldar su deuda. Se supone que hasta el momento, el dealer sigue recibiendo pagos por este disco. Que cosas, no?

En fin, un disco muy ambivalente. Inicia muy fuerte, y por las primeras cuatro o cinco canciones entiendo porqué los fans lo consideran de culto. En estas rolas, los Red Hot Chili Peppers se muestran mucho más maduros, serios, con dirección y más forma que en el disco debut. Si hubieran seguido en el nivel del arranque, el álbum hubiera alcanzado al menos un 8 u 8.5. Pero por alguna razón, el disco se empieza a caer a pedazos y regresan a los mismos errores del álbum debut, haciendo que el disco suene cada vez más inmaduro, improvisado, y con un punch sin dirección, sobre todo en las rolas que tienden más al Punk. Es al menos un avance respecto al debut, pero de ninguna manera es el mejor álbum para comenzar a descubrir a los Red Hot, que están aún a años luz del magistral balance que alcanzarán en los 90’s.  Las portadas lo resumen, ambas son muy coloridas pero con poco contenido, y aunque la del Fraky Styley es al menos un poco más “seria” por así decirlo, sigue siendo sosa y poco representativa de lo llegarían a ser en realidad los Red Hot Chili Peppers.

Flea lo resumió mejor que yo: “Muy Funky para la radio blanca y muy rockero para la radio negra.” Si me preguntan, me quedo con la parte Funky. Escuche a partir de la sexta rola bajo su propio riesgo.

Por Corvan

17/Ene/2012

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