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EL NERVIO DEL VOLCÁN (Caifanes, 1994)

Artista: Caifanes (C)

Fecha de Grabación: Feb – Abr 1994

Fecha de Lanzamiento: Julio de 1994, Mex

Discográfica: RCA / Sony

Productor: Greg Ladanyi y Caifanes

Calificación: 9.5 (DISCO ICÓNICO)

Era: 90's Rock En Ñ: La Era de Oro

Subgénero: Alternativo Ñ

Mejor Canción: Afuera, seguida muy de cerca por Miedo.

Canciones: 1) Afuera; 2) Miedo; 3) Aquí No Es Así; 4) Ayer me Dijo Un Ave; 5) Hasta Que Dejes De Respirar; 6) Aviéntame; 7) El Animal; 8) Quisiera Ser Alcohol; 9) Pero Nunca me Caí; 10) El Año Del Dragón; 11) La Llorona.

Este es el canto de cisne de Caifanes. O mejor dicho, el rugido del Dragón. A estas alturas Caifanes ya era una banda completamente fracturada, pero el duelo de egos entre Alejandro Marcovich y Saúl Hernández hizo que ambos se pusieran las pilas para crear EL disco de sus vidas. De esta forma, el último album de estudio de Caifanes es una joya donde Saúl alcanza su mejor nivel lírico y vocal, al grado que terminaría desbaratándose la garganta y un par de años después tendría que someterse a varias operaciones para tratar de salvar la voz. Jamás volvería cantar como aquí. Marcovich por su lado crea uno de los mejores y más feroces momentos de guitarra de la historia del Rock en Ñ, con una guitarra potente que recuerda mucho del Hard Rock setentero, pero siempre con matices latinos, muy mexicanos. Si ya se había mostrado como un guitarrista monumental, con la labor de guitarra del Nervio del Volcán alcanzó un status mítico en México, que le valdría para ganarse el pasaporte de mexicano de nacimiento ante los ojos de sus fans. Jajajaja.

Con El Silencio, Caifanes se catapultaron como la banda más grande de la nueva oleada en México, y por momentos incluso superó a Soda en popularidad, aprovechando que los Argentinos habían cambiado de disquera y que el excelso pero experimental  Dynamo no había sido bien recibido por los fans. Durante 1993 Caifanes emprendieron una gira monumental por todo el continente, con la cual extendieron su influencia. La banda parecía consolidarse cada vez más, pero en el tour, comenzaron fuertes fricciones entre los miembros. A fines de año, cansado de la gira y con problemas con Saúl, Sabo anunció su salida de la banda y se despidió en el concierto que dieran en el Palacio de los Deportes. En cuanto la gira terminó, Diego Herrera también hizo oficial su salida, y Caifanes quedó reducido a un trío justo en el mejor momento de su carrera.

Comenzaron los rumores, que si se había terminado el grupo, que si entraban nuevos integrantes, etc., etc. Saúl simplemente dijo que pronto empezarían a trabajar en el siguiente disco y se supo que Federico Fong entraba como bajista y Yann Zaragoza a los teclados, pero no como miembros oficiales. De hecho, tras la salida del Sabo y Diego, Saúl comenzó a germinar la idea de que Caifanes fuera una especie de taller musical con una rotación de músicos, con sólo André, Alejandro y él mismo como miembros oficiales, y el resto rotando y aportando al sonido, pero sin ser “Caifan”. Así, las sesiones comenzaron con 5 músicos, pero fueron llegando más y más, como Cecilia Toussaint, quien aportó en los coros, Stuart Hamm en el bajo fretless,  Lenny Castro en las percusiones, Jerry Hey en el violín eléctrico, Jerry Goodman en el violín, Graham Nash en la armónica y Jeffrey Marty Vanstonen sintetizadores, todos participando en distintas canciones de distinta manera, pero todos como satélites de las dos columnas que soportan el disco, Saúl y Alejandro.

El álbum salió a mediados del ’94 y fue el primer disco en español del que tuve conciencia de su lanzamiento, de estar ahí viviendo el fenómeno que provocaba, de ir viendo como los sencillos escalaban y se volvían omnipresentes en la radio. Yo estaba de vacaciones en el D.F. y de la noche a la mañana todo se volvió Caifanes. No había nada más. El Nervio del Volcán es uno de esos discos tan perfectos que arrasan todo a su paso y no dejan espacio para más nada. No creo que ningún otro LP haya generado lo que El Nervio hizo en México y dudo que me toque vivir jamás algo similar. “Afuera” se escuchaba día y noche, y la escuché tantas, pero tantas veces ese 1994, que duré hastiado de ella varios años. Este álbum fue el que logró que me zambullera de completo en el Rock en Ñ y diera el posterior brinco a otras bandas como Soda, Héroes del Silencio, Cafeta, los Cadillacs,La Maldita… Y fue el que hizo que comenzara aprenderme canciones en español en mi guitarra. Si mal no recuerdo, me lo sabía entero!

Caifanes como trío logró hacer una placa espectacular. Muchos consideran El Nervio el mejor disco de Caifanes. A mi me sigue gustando más El Silencio, con canciones más redondas, todas con un nivel más parejo y con un mayor trabajo en equipo. Pero hay que reconocer que aquí Saúl y Alejandro brillan con ganas, y logran darle una potencia y espectacularidad que no tiene El Silencio. Los demás músicos por su parte también hacen una labor tremenda. Para muchos Fong opaca al Sabo con las líneas y la técnica de bajo, y el resto de los invitados pone lo suyo para hacer canciones que rayan lo perfecto. El disco es el más poderoso y cargado de riffs y requintos, y Marcovich se nutre del Hard Rock de los 70’s, pero también matiza de manera sublime con los sonidos latinos y autóctonos mexicanos sin caer en los clichés, sino haciendo el mestizaje sónico de manera natural, limpio, perfecto.

Sería sin duda su disco más mediático, el más comercial y el que los impulsó definitivamente como la tercer punta de esa trinidad conformada por Soda Stereo y Héroes del Silencio. Con este álbum también tenemos irónicamente el comienzo del fin. Ya dije que siempre hubo ciertas semejanzas entre las bandas mencionadas, no sólo por ser las más mediáticas, poderosas e influyentes de sus respectivos países, sino porque sus mejores momentos también parecieron coincidir, impulsando los tres el estallido del Rock en Ñ, Soda con su Canción Animal del ’90, Caifanes con El Silencio del ’92, y Héroes con su Espíritu del Vino del ’93, discos que a mi gusto son sus respectivas obras maestras. El declive comenzaría con El Nervio del Volcán, cuya gira causaría la fractura definitiva de Caifanes. Los pleitos entre Marcovich y Hernández comenzaron a volverse legendarios, al grado de que al más puro estilo de Cream en los 60’s, viajaban en limosinas separadas hacia los conciertos. En Agosto de 1995, en un concierto en San Luis Potosí, Saúl anunció de imprevisto que era el último concierto de Caifanes. Al parecer habían llegado a los golpes él y Alejandro poco antes del concierto. El cineasta Carlos Marcovich, hermano de Alejandro, documentó con su cámara los instantes finales de la mítica banda. El guitarrista tocó toda la noche con la mirada fija al suelo, sin moverse, y dicen algunos que se le escurrían las lágrimas, particularmente en el solo improvisado de “Sabor a Mi” y en la última rola “Hasta Morir” que fue lo último que tocaría Caifanes como banda. Tras el concierto, se negaron a dar declaraciones y todo fueron meros rumores, por lo cual la verdadera razón de la ruptura sólo la conocen ellos. Lo cierto es que de alguna manera Alejandro logró quedarse con los derechos legales de la banda, lo cual hizo enfurecer aún más a Saúl, que no pudo continuar con el nombre de Caifanes a pesar de ser el fundador del grupo. En realidad Marcovich nos haría un favor al sepultar el nombre y obligar a Saúl a renombrar sus futuros proyectos como Jaguares, en donde retomó la idea de un taller musical con artistas rotando en lugar de músicos fijos, al menos durante los primeros discos (ese era el paro, la verdad es que nadie lo aguantaba, jeje).

La cuestión es que con El Nervio del Volcán comienza el declive de la época Dorada del Rock en Ñ. Esa explosión incandescente y poderosa de rock alternativo en español comenzó su decadencia con este disco y la ruptura de Caifanes en 1995. El mismo año, Héroes del Silencio lanzaría Avalancha, su disco más comercial y vendido, pero inferior a las dos joyas anteriores. Tras la gigantesca gira, Valdivia y Bunbury tuvieron diferencias y anunciaron el fin del grupo en Julio del ’96. El Sueño Stereo, de Soda, saldría también en 1995, siendo el más mediático y comercial a pesar de que los dos previos eran mejores. Tras la gira del álbum, Soda haría una rápida gira de despedida a manera de agradecimiento a su público y la mítica banda se disolvería definitivamente en 1997. Tras la disolución del Tridente, el Rock en Ñ se fue en picada, y aunque hubo algunas bandas nuevas que intentaron inyectarle oxígeno, el Rock en Español entraría en una crisis que se iría agravando cada vez más, empeorando cada que uno pensaba que ya había tocado fondo… hasta llegar a niveles críticos al día de hoy.

Por supuesto que esto no es ni culpa de Marcovich, ni de Caifanes, ni del Nervio del Volcán, pero creo que vale la pena mencionar el dato.

El disco abre con “Afuera”, una de los grandes himnos del Rock en español de los 90’s. Qué manera tan brutal de arrancar, directos y sin escalas a la que quizá sea la mejor canción de toda su discografía. La rola abre con un riff punteado y fino, con la guitarra casi limpia. Tras la primer vuelta Alfonso hace una falsa entrada, deja que entre Yann con ese peculiar sonido Hammond y la batería entra también en ritmo para la segunda vuelta. Tras ésta, la banda hace unos como remates donde el teclado toma un sonido más de piano puro. Federico Fong toma la batuta musical durante los versos, haciendo que el bajo destaque con los destiempos rapidísimos. El resto de la banda va construyendo la tensión meticulosamente, con un piano dando teclazos desesperados, la batería haciendo un ritmo también un poco angustiante, y acelerando todos en las partes en que Saúl canta “Y de repente…”. En el segundo verso, en lugar de regresar y desacelerar, la banda deja que la canción explote en un soberbio coro. Yann hace una rauda pasada por todo el teclado, André hace un espectacular redoble y de repente… “Afueeeeeeeeera”. Tenemos un montón de Saúles cantando el estribillo y uno sólo contestándose a sus múltiples espejos para un coro monumental desesperado, poderoso, explosivo, que está hecho a la perfección para cantarse con el público en los estadios. Marcovich nuevamente se luce haciendo un espectacular arreglo de guitarra, entrecortado y punteado, que se va desperdigando tras la voz de Saúl. Luego viene otro verso con la misma tónica de los primeros, salvo ligeras variaciones en la letra, y al 2:05 se repite el coro, esta vez igual al anterior. No, no es igual. Hacia el final, cuando Saúl hace esa escalera “Ahhh, AHhhhh, AHHHHH…” Marcovich se queda haciendo un arreglo con su guitarra chillando. En lugar de regresar al verso, hace un preámbulo al espectacular solo que nos espera. La instrumentación se apaga, André marca ritmo con el bombo, los Hammond susurran como viento, suenan cascabeles llevando el ritmo como serpientes antiguas, y comienza la magia. El requinto de Marcovich es indescriptible, un viaje místico, ancestral, que no deja de sonar a rock, pero suena la vez a un México muy antiguo y mágico.  Se las ingenia para hacer figuras absolutamente memorables, que van generando una especie de suspenso, se contesta a sí mismo a través de los pedales, hace cambios de tiempo al 3:42, y podríamos pasarnos todo el sexto sol deleitándonos con este requinto, pero al 3:55 Alfonso hace un brutal redoble que nos saca del ensueño y nos lleva directo a un último y explosivo coro, con la guitarra más distorsionada y las distintas voces de Saúl adueñándose de nuevo de la canción. Al final del coro, Marcovich hace unos remates abruptos y cerramos con los cascabeles y el ritmo tribal de André difuminándose. Qué canción tan perfecta. El duelo entre Saúl y Alejandro alcanza proporciones épicas en esta canción, para darnos sus mejores respectivos performances en un duelo espectacular, para bien… Pero lo que hace Marcovich con la guitarra a lo largo de toda la canción no tiene nombre. Particularmente el requinto… sin exagerar, puedo decir que este es mi requinto favorito de todo el Rock en español. Cuando salió el disco en el ’94, escuché esta canción tantas veces que creo que no pude volver a oírla hasta llegados los dosmiles.

Sigue “Miedo”, sin bajar la intensidad. De hecho, es más rápida y poderosa, y casi de la misma calidad que la anterior. El riff está cargado de dinamita, arrancando con un poco de feedback mientras la hace chillar, luego arrancando con esa aplanadora y dejando nuevamente que la guitarra chille un poco para cerrar ese riff circular y perfecto. El bajeo es poderoso, dándole profundidad al ciclo, mientras André también aporta con una poderosa batería, que logra darle esa sensación espídica a la canción. La letra es de las mejores de Saúl, o al menos de las que más me gustan, aunque siga sin hallarle del todo el sentido a sus rebuscadas metáforas. La cuestión es que la serie de imágenes que logra son muy buenas, con una gran carga de angustia que se reflejan en la entonación. Al 1:20 tenemos un gran coro, en el que la banda baja el ritmo a un medio tiempo muy luminoso, como una bocanada de aire en medio de la angustia de los versos. Saúl canta ese mítico “Antes que muera, déjame amarte en vida…” donde André lleva la pauta recorriendo toda la batería y provocando la explosión y regreso al ritmo con sus redobles. El pianito haciendo una escala descendente. La guitarra sigue rugiendo en ese duelo con la voz, regresamos al estribillo y otro requinto colosal, con una técnica irreprochable, mayor salvajismo, más distorsión y de una gran calidad, con la que la canción termina al 3:40. Cada nota está en su lugar, la distorsión perfecta, la duración exacta, los pianos abren la rola cuando se requiere, cada baquetazo, y los duelos guitarra-voz son incluso más espectaculares que la anterior canción. Un rocker furiosísimo, violento, perfecto, cuyo único problema es estar inmediatamente después de “Afuera”.

Después está “Aquí No Es Así”, con otro buen riff, esta vez más lúdico y colorido, con ciertos aires tropicales, pero que de nuevo, no suenan en absoluto a cliché. Lenny Castro se conjuga muy bien con Alfonso para meter unas percusiones muy rítmicas a lo largo de toda la canción. Las estrofas son muy buenas, coloridas como la guitarra, puentes muy fuertes casi susurrados por Saúl con esos “Y vienes desde allá donde no sale el sol, donde no hay calor…”, para después entrar al coro con la guitarra chillando de manera angustiante y la voz de Saúl convirtiéndose en un fantasma frío y etéreo mientras canta el título de la canción. Marcovich sigue dando pinceladas de guitarra en toda la canción, como si él también quisiera meter percusiones con las 6 cuerdas. Al 2:50 tenemos el requinto, que inicia de una manera semejante al de “Afuera”, con toda la banda bajando la intensidad, André manteniendo la rola con las baquetas unos instantes, haciendo la atmósfera más íntima, luego unas escalitas del bajo de Fong, y la explosión que culmina en el requinto, con un feeling enorme, contagiando energía y haciendo otra entrega memorable, aunque no sea tan potente como en las dos canciones anteriores. Luego viene el coro y la coda, en la que Saúl juega con las melodías con ese “AhhhAHHHHAhhh…” hasta que la rola se va difuminando. Otra rolota para un inicio demoledor del disco.

Lego tenemos “Ayer Me Dijo Un Ave”, con la que bajamos intensidad, pero no calidad. Esta es una balada acústica, bastante más atmosférica, con una guitarra delicada y cristalina que sienta un colchón de notas para que Saúl haga una gran interpretación vocal. No exige demasiado en cuanto a tonos, la canción es más bien baja y Saúl la susurra sin esforzarse, pero le mete un feeling verdaderamente conmovedor. Los arpegios de guitarra son dulces e hipnóticos, y de fondo tenemos una percusión muy sutil (congas?), y un pandero marcando el tiempo (Alfonso?). Poco después del minuto 1 tenemos una especie de requinto a puro armónico, que suena en tonos dulcísimos, antes de entrar de nuevo en los versos. Las letras también son notables, con buenas imágenes que sigo sin hallarles unidad, pero las letras de Hernández son más maduras y coherentes con cada disco. Al 2:10 tenemos un buen solo de teclados, reforzando la atmósfera aterciopelada y de ensueño, casi surreal. Excelente balada., y otro de los temas clásicos del grupo.

Continuamos con “Hasta Que Dejes de Respirar”, una buena canción, pero creo que ya no de tan buen nivel como el resto de las abridoras. Es imposible evitar comparar esa intro y la atmósfera en general con las ciertas ambientaciones orientales y oscuras de Led Zeppelin, particulamrente con Kashmir, jeje. La guitarra hace buenos juegos y la voz de Saúl hace una buena línea melódica, agridulce, ponzoñosa, con un efecto lejano. Parece que los dos quieren dejar el protagonismo esta vez a los invitados, Federico Fong a quien hay que seguir con sus apantallantes líneas de bajo que arman toda la canción, y Yann Zaragoza que hace esa atmósfera oriental y remota con los teclados. La guitarra suena potente haciendo Power Chords, por momentos excesivamente distorsionada y por momentos más limpia. El requinto al 2:45 es más violento y desprolijo. Realmente crean una sensación claustrofóbica que va en aumento conforme transcurre la canción.

Luego está “Aviéntame”, donde volvemos a un nivel tremendo, con una Intro espectacular y violentísima, con el peculiar sonido del Hammond, la batería desquiciada y el bajo llevando esa montaña rusa, que acaba de manera abrupta para dar paso a los versos. En éstos, la guitarra nuevamente toma un rol protagónico con un punteo salvaje y raudo, buscando expresar esa desesperación y desolación que muestra Saúl con las letras, en las que además hace unos buenos juegos de palabras. Al 1:50 tenemos el solo más organizado y con mejores secuencias que el anterior, a dos y hasta 3 cuerdas. Inmediatamente después nos quedamos con las percusiones sosteniendo la canción, aún con ritmo frenético. El punteo de guitarra hace un lento fade in hasta estallar en ese subeybaja que conforma el riff del estribillo. Al 3:35 tenemos un solo aún mejor, con un gran despliegue de técnica y velocidad de parte de Alejandro, con el cual se desvanece la canción. Una joya potente, cargada de angustia, con magnífico trabajo de guitarra y con Saúl de nuevo alcanzando esos tonos altísimos.

“El Animal" es una canción ya un tanto excesiva. No es mala, pero alcanza a ser un poco repetitiva ya que el riff no varía, ni la melodía vocal, ni ese arreglo de batería que le puso André, por lo que después de un rato resulta cansina y con pocas variantes. Además todo suena descomunal y forzado, y me parece que la banda intenta sonar tan violenta que se excede. La guitarra tiene demasiada distorsión, suena puerca, y por primera vez, con más ímpetu que técnica. Insisto, no es mala, pero no es de las mejores del disco.

Retomamos el gran nivel con “Quisiera Ser Alcohol”, que demuestra que no necesariamente deben sonar como Judas Priest para hacer rolas de primer nivel. Este es el extremo puesto, una balada con tintes de jazz, una atmósfera nocturna, prácticamente sin guitarra. Un piano que llora y  da la entrada junto a la batería somnolienta, y un sax etílico, depresivo, casi suicida. El bajo es un fretless que da una sensación elástica e igualmente borracha, a cargo de Stuart Hamm. Los invitados se encargan de crear una gran atmósfera, siendo la excelente línea de bajo (particularmente en el coro), y el formidable sax los que se lleva las palmas. De la banda, Alfonso hace un trabajo notable, con destiempos y tresillos en toda la rola, pero particularmente en los estribillos, lo cual da nota de que también ha ido creciendo disco con disco. La letra es maravillosa, con una increíble melodía vocal que por momentos opaca todo lo demás, y unos tonos altísimos a los que Saúl ya difícilmente llegará hoy en dia. Rolota, un clásico de Caifanes a la que le guardo particular estima, ya que con esta canción a guitarra limpia enamoré a mi hoy esposa en un lejano Febrero del 2004.

“Nunca me Caí” nunca me ha parecido particularmente impresionante. La melodía vocal es más bien débil y en los versos Saúl canta con ese cansancio que lo caracterizará en Jaguares. La guitarra tampoco es muy buena, salvo en el gran solo al 2:30 y en la coda con ese wah. Las armónicas me parecen fuera de lugar, como si las hubieran traído de algún disco de Maná. En fin, casi la pongo en azul, pero el requinto y el final son es buenos, y la rola en general tampoco es horrible, simplemente demasiado promedio y eso suena mal en un disco con las demás canciones de mejor nivel.

Con “El Año Del Dragón” nuevamente tenemos excesos con la distorsión y la estructuración de la rola. Se siente desorganizada en aras de un efecto demasiado potente. La guitarra simula ser ese dragón rugiendo, respondiéndole a Saúl a cada verso. La línea de bajo es buena, pero queda sepultada por ese duelo entre Marcovich y Hernández. En los coros la guitarra además de la distorsión toma un phasing extraño, lleno de eco. Los coros me parecen débiles y no encajan del todo con el aura oscura del resto de la canción. Y posteriormente viene el solo al 2:30 que más bien es el “dragón rugiendo” ferozmente sin una secuencia clara en el aspecto musical. La idea de entrada es buena e innovadora, pero en algún punto no terminó de cuajar.

El disco cierra con “La Llorona”, que es una reinterpretación de un tema popular mexicano. Los arpegios son cristalinos, con guitarra acústica, haciendo una atmósfera triste y remota. Saúl toca otra acústica, rasgueando ese ritmo ranchero doble. La guitarra eléctrica y el violín eléctrico también con cierta distorsión se van intercalando para hacer esos zumbidos, mientras Saúl gime la letra de manera tristísimo. El solo nuevamente es notable, pero no como para que la canción resulte sobresaliente. Una buena canción a secas, de las de raíces autóctonas con las que suelen terminar sus discos, pero no estoy seguro de que sea suficientemente fuerte como para significar un cierre memorable para un disco tan fuerte.

Y pues ahí tenemos un disco mítico, realmente grande, con un trabajo de guitarra monumental y con un Saúl en su cúspide como letrista y cantante. El mestizaje sonoro entre las influencias hardrockeras y los sonidos autóctonos tienen una perfección apabullante, y no estoy seguro si se dieron con naturalidad o fueron buscados obsesivamente por Saúl y Alejandro. El caso es que en su lucha de egos parieron un gran álbum. Los rumores dicen que como Marcovich destacaba tanto en este disco y en la consiguiente gira, Saúl estaba celoso y molesto de tener que ceder los reflectores, y por ello empezaron las broncas entre ellos, pero me parece algo demasiado infantil como para ser cierto, (ejem, cof cof, Axl-Slash, cof cof).

Caifanes se volvió tan fuerte con este disco que no hubo otro grupo con los tamaños suficientes para abrirle a los Stones a su paso por México en 1994 con su gira Vodoo Lounge. El disco sigue tan fresco, poderoso, y asombroso como el día de su lanzamiento. Yo sigo creyendo que El Silencio es mejor, pero sin duda este se volvió más influyente… Quizá El Nervio del Volcán junto con los otros Cantos-de-Cisne y Clavos-Del-Ataúd llamados Avalancha y Sueño Stéreo, sean los 3 discos más influyentes del Rock en Español de los últimos 20 años. Difícilmente tendremos de nuevo discos de este tamaño y calidad. Si no lo has escuchado, sobre todo si no eres de México, no puedes perdértelo! 

Por Corvan  

4/Oct/2011

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