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CORRE, CORRE (The Spiders, 1980)

Artista: The Spiders (C)

Fecha de Grabación: 1980

Fecha de Lanzamiento: 1980, MEX

Discográfica: Discos GAS

Productor: The Spiders

Calificación: 8

Era: Rock Hispanoamericano de los 70's

Subgénero: Rock Hispanoamericano de los 70's

Mejor Canción: Run, Run Run, por mucho

Canciones: 1) Run, Run, Run; 2) Sunset; 3) You; 4) 54th Avenue; 5) Out in the Country; 6) Sea and Sand; 7) Nothing More to Say; 8) Reflections; 9) It’s Good To Have You Back; 10) Can’t Wait Anymore.

 

Este es el tercer y último disco de estudio de los Spiders, y es increíble la nula información que hay sobre él en la red. Es decir, a 7 años de la última reseña que hice de ellos, esperaría que hubiera algo más de datos sobre él en la red, pero básicamente lo poco que se ha añadido es sobre el par de discos de inicios de los 70’s. Este es como si no existiera, lo cual es bastante triste. Por ello es mi deber cerrar este mes mexicano con la reseña de este menospreciado álbum, que si bien no alcanza la excelencia de los dos previos, no deja de valer la pena, y de paso dar una semblanza del llamado “Woodstock Mexicano”.

Lo primero que hay que notar, es que el Corre, Corre fue lanzado 9 años después del Nuevas Rutas del Sonido. Qué pasó durante este largo periodo? Bueno, la verdad es que no está claro, pero para entender un poco, hay que remontarnos al Festival Rock y Ruedas de Avándaro, el “Woodstock Mexicano”, celebrado el 11 y 12 de Septiembre de 1971.

Dentro de un clima político totalmente adverso a las expresiones juveniles, parecía increíble que un festival de tal magnitud se pudiera llevar a cabo. Apenas 2 meses antes se había dado el “Halconazo” en el que el gobierno volvió a asesinar estudiantes por medio de “porros” infiltrados en una manifestación política. Los organizadores, Luis de Llano hijo, Eduardo López Negrete, y otros jóvenes adinerados fueron quienes consiguieron la autorización del entonces gobernador del Estado de México, para un día y una noche de rock y carreras de autos (de allí el nombre original de festival de rock y ruedas), aunque al final, la carrera se suspendió porque la asistencia de 250 mil jóvenes sobrepasó 10 veces la cantidad de gente que esperaban y se llenó la pista de carreras.

Se convocaron a varias de las bandas más representativas del rock mexicano, sin embargo, de las más emblemáticas, sólo estuvieron los Dug Dugs, Fachada de Piedra y Three Souls in My Mind. Los más grandes pesos pesados, como Javier Batiz, Love Army, La Revolución de Emiliano Zapata, y Los Spiders, no aparecieron en el festival, aunque a la fecha se desconoce si no les llegaron al precio, o si declinaron por cuestiones de agenda. Sin embargo, otras bandas sí accedieron a presentarse a pesar de las pésimas condiciones del sonido y los malos tratos por parte de los productores. El Festival comenzó a las 11 am con Carlos Baca subiendo al escenario para dar una sesión de yoga y una plática de ecología que los hippies recibieron con agrado. La música comenzó con Eduardo Ruiz Saviñón y el grupo de teatro experimental de la UNAM, que recrearon la Ópera Rock Tommy de The Who. “El ejército mexicano y la policía estuvieron presentes durante el evento, pero a lo largo de este los soldados sólo observaron mientras la fiesta continuaba. Los primeros en iniciar en forma el evento fueron los Dug Dug’s que sí lograron encender la fiesta con buena actitud de la banda, seguidos de El Epílogo que recibió una respuesta generalmente indiferente; después, La División Del Norte y la banda Tequila notorias por sus influencias de funk y blues. Posteriormente se presentó Peace and Love, cuyas canciones fueron de las más coreadas en todo el festival y en cuya participación se tocó la canción con la que la mayoría de los jóvenes asistentes se identificaba, fue la rola “Marihuana”. Enseguida tocó El Ritual que no causó gran impresión, a las dos de la mañana apareció “la encuerada de Avándaro” que no era ninguna banda, sino una chica del público que bailaba desnuda en las plataformas. Comenzó a llover y continuaron Los Yaki con Mayita Campos como vocalista invitada, Bandido, La Tinta Blanca, El Amor y por último Three Souls in my Mind (que después se convertiría en El Tri de Alex Lora) cerrando de milagro el festival antes de que el sonido colapsara por completo. Eran las ocho de la mañana cuando se dio por finalizado el evento, y los participantes emprendían el regreso a casa, sólo que nadie imaginó lo que acontecería después de estos dos días de rock and roll.” (eldescafeinado.com)

Luis de Llano, uno de los organizadores del evento, entonces productor del programa musical “La Onda de Woodstock” y hoy un conocido productor de telenovelas de Televisa, relata su visión: “El encuentro musical fue un parteaguas social en la historia de la música en nuestro país. Fue un suceso único, nunca habrá otro igual, pero no puedo negar que en ése momento fue inquietante. A principios de los 70 nos estábamos revelando, estaban muy recientes los hechos de represión contra los jóvenes. Es por eso que, aunque no exista en los libros de texto, Avándaro fue y seguirá siendo un fenómeno…”

Y continúa: “en Avándaro el poder de convocatoria de la música se dio cuando Peace and Love de Ricardo Ochoa puso a vibrar a los más de 250 mil personas que asistieron, y al micrófono gritó ‘chingue a su madre el que no cante’, la radio transmitía el concierto, pero tras el grito la radio dejó de transmitir y el rock calló por casi 20 años”. A otro que según Luis de Llano le fue “de la chingada, además del rock y de los organizadores”, fue al presidente municipal, porque al otro día lo corrieron, ya que la simple idea de que la juventud mexicana se uniera en una misma voz puso a temblar a las altas esferas del poder. Mi equipo y yo creíamos que al regresar a la ciudad de México, sería algo heroico, pero llegue a Televisa con cintas en mano y el señor Emilio Azcárraga me dijo: ‘¡Qué demonios hiciste, mira nada más los encabezados de los periódicos: drogas, sexo, una bacanal! Me encargaron una edición especial del festival para 24 horas, pero eso no sucedió porque las cintas desaparecieron, se rumora que están escondidas entre los materiales fílmicos de las vergüenzas nacionales”.

Avándaro fue un fenómeno donde se juntaron más de 250 mil personas, con razones no políticas, donde no hubo asaltos, no hubo pleitos, no hubo violaciones, y en el que a pesar de que la asistencia sobrepasó por mucho a la gente que esperaban, hubo mejor organización que en el mismísimo Woodstock.

Sin embargo, el gobierno lo estigmatizaría como una incontrolable orgía de “vagos drogadictos”, ya que evidentemente consideraba MUY peligroso tener a un cuarto de millón de jóvenes reunidos. Desde entonces el rock comenzaría a ser empujado a la clandestinidad: se prohibieron las presentaciones en vivo, lo que obligó a las bandas a presentarse en los llamados “hoyos funky” que eran viejos edificios abandonados o en desuso, como bodegas o locales vacíos en distintos barrios, también existían las tocadas en fiestas privadas y universidades pero a un nivel más subterráneo, ya que el gobierno clausuraba los lugares donde se llevaban a cabo las presentaciones en vivo. Se prohibieron también las transmisiones por radio y las disqueras vetaron la grabación de bandas de rock nacional. Y se usaba a la policía como medio de represión contra los rockeros, quienes además comenzaron a ser señalados como “vagos” y “drogadictos”.

Lo cierto es que, a pesar de lo mítico del festival, no estuvieron no La Revo ni Los Spiders, que eran dos de las bandas más importantes de aquél entonces en el país, y a partir de entonces, el Rock en general sufriría un largo declive por la censura oficial hasta finales de los 80’s. La Revo, como ya vimos, continuó como banda pero daría un drástico giro a su música, volviéndose una banda de baladas pop cursilonas para sobrevivir. Los Spiders jamás traicionarían su estilo, pero no está claro si durante los 70’s continuaron viviendo de la música (lo cual veo improbable) o si se reunían esporádicamente a tocar, más como amor al arte que como medio de vida. Lo cierto es que el largo silencio de los Spiders se originó de esta censura del gobierno mexicano a cualquier cosa que pareciera Rock, aplastando de golpe las carreras de varias bandas que traían un nivel brutal.

Los Spiders darían señales de vida hasta 1978, cuando lanzaron un sencillo con “Run, Run, Run” y “Nothing More to Say”, con lo que parecía ser una declaratoria final de la banda. Sin embargo, en 1980, el grupo se reuniría de nuevo para un último LP. La formación era casi la misma de los 2 discos anteriores: Tony Vierling en la voz, Reynaldo Díaz “El Tucky” en la increíble guitarra líder, Manuel Olivera en el bajo, Servando Ayala regresaba en los teclados, y el único cambio fue la salida de Enrique Chaurand de la batería, siendo sustituido por su hermano Pierre.

La banda se autoprodujo, y además de los 2 temas del single del ’78, agregaron otros 8 temas originales, escritos todos por Vierling, salvo “Reflections” que pue escrito por el recién incorporado Pierre Chaurand. Aunque el álbum mantiene el estilo del Nuevas Rutas del Sonido, más bluesero, con la guitarra como instrumento dominante y con aún menos influencias psicodélicas, en general el disco baja de nivel sobre sus predecesores, con algunos sonidos algo más pop, pero sin ser desastroso y conservando la esencia de su elegante sonido. Servando Ayala luce más discreto y se contenta con usar el teclado como cortina atmosférica al fondo. El Blues del Tucky sigue siendo la columna vertebral de la banda, y cuando luce en temas como “Run, Run, Run”, retoman el nivel brutal de inicios de los 70’s. Sin embargo, a pesar de tener sólo 10 rolas y unos 35 minutos de duración, es un álbum muy variado, con matices jazzies, un mal intento de Reggae, algunas baladitas con teclados ya ochenteros, y el Rocker con que cierra. Un disco con algunos claroscuros, pero se entiende que la banda no esté en su mejor nivel, serían 9 años de diferencia entre su anterior disco, el ambiente musical había cambiado diametralmente. No sé si lo planearon como una despedida, y no sé si seguirían tocando durante los 80’s, pero lo siguiente que les escucharíamos sería hasta 1993 con un increíble disco en vivo en el Salón Osiris, convertidos ya en banda de culto.

El disco arranca con “Run, Run Run”, la mejor canción de lejos en este disco y que debe estar en el top 5 de la banda. Un Rock Blues cadente, con una línea de bajo de antología por parte de Manuel Olivera, que se echa encima la canción, aunque tiene muy poco volumen. El Tucky es quien luce con ese pedazo de riff y los chisporroteantes arreglos. Vierling inicia con un fraseo con su elegante voz y esa pronunciación impecable:

“You can run, run, run if you want to

This time I'm gonna stay right where I am

Run, run, run in the darkness

Nothing in the world can make me change my mind”

Que bien visto podría ser una alegoría a toda esa generación que simplemente se dio por vencida, mientras ellos continuaron en la senda del Rock de alto nivel. El Tucky se discute con un gran y afilado solo al 2:05, que tras 20 segundos cambia a un tritono, dando muestra de gran técnica. Chaubrand luce sobrio al fondo, pero agregando buenos fills, mientras el requinto se alarga hasta difuminarse pasado el minuto 3. Es un temazo por donde se vea, con una gran construcción. Suena elegante, pero poderoso a la vez. Líricamente Vierling no es precisamente Peter Gabriel, pero para ser una letra de Blues, creo que tiene más sentidos de los que aparenta su simpleza. El disco quizá no tuvo demasiada relevancia en su momento, pero este tema de alguna forma se volvería en un clásico infaltable y uno de sus temas más ovacionados en el regreso de la banda durante los 90’s.

 

Seguimos con “Sunset”, un tema bastante interesante, con matices jazzies a cargo de la espectacular batería de Pierre Chaurand, y también algunos toques Prog que recuerdan bastante a Yes. Arranca con un riff combinado de guitarra y bajo, mientras Vierling hace raudos arpegios con la guitarra rítmica. Antes del segundo 20 ya tuvimos 3 cambios de tiempo, para hacer una pausa y catapultar el tema con los primeros versos: “Monday afternoooooooooooooon it's a cloudy day, and the sun is setting”. La batería, guitarra y bajo parecen ir en contrapunto, creando una estructura compleja. Ayala crea por momentos etéreas cortinas de sintetizadores, y Olivera hace escalas descendentes de bajo al 1:15. Parones y de nuevo a toda marcha con ese desquiciante beat, para que el Tucky se lance el solo más psicodélico del álbum. Definitivamente que me podría no desencajaría en un disco de Yes con Jon Anderson cantando. A pesar de que todos muestran un nivel descomunal y es una labor en equipo, los aplausos aquí van para Pierre Chaurand que suena brutal con las baquetas de inicio a fin y es el mayor responsable de la complejidad del tema, con esos desquiciantes cambios de ritmo.

“You” es la primer balada del disco. Inicia con una guitarra cargada de melancolía y phaser, haciendo un lindo arpegio, antes de que el Tucky entre con un riff desgarrador. Tony entra con esa voz profunda, lenta y emotiva, que pareciera a punto de romperse. La letra es sobre una ruptura, y aunque está llena de lugares comunes, va muy ad hoc con el aire letárgico y depresivo de la rola. Los sintetizadores hacen cortinas satinadas al fondo, mientras que la batería hace redobles que dan la impresión de que el tema va a reventar en cualquier momento. El clímax viene hasta el 2:30 donde aceleran para otro buen solo del Tucky, que a pesar del eco ochentero en la guitarra, muestra buena técnica. La canción va acelerando y aumentando en tensión hasta que al 3:30 regresan al ritmo aletargado del principio, para una coda de minuto y medio que resulta algo innecesaria, aunque las 2 guitarras se entretejen bien hacia el final. No es un mal tema, pero creo que bien pudo acabar tras el solo rápido.

Continuamos con “54th Avenue”, cuyo riff inicial pareciera ser una continuación mucho más dinámica que el del track anterior. Sin embargo, este es un blues más rápido y juguetón, donde Ayala lleva un rol principal haciendo efectos de metales con sus teclados, que luego cambian para crear una especie de efecto “disco”. Bien visto, la sección rítmica también lleva un beat dance marcado, pero con marcada base blues. La guitarra de Tucky destella en los varios solos que se lanza, aunque de nuevo, con más phaser del que me gusta, restándole algo de poder afilado. La melodía es de las mejores del álbum, con fraseo bravo, pero pegajoso, con un fenomenal cambio de tonos en los estribillos: “It’s alright, I can take it…”. Si la anterior tiene un fuerte aire a Yes, esta es como si ELO se metiera a los terrenos del Blues. Otro de los puntos fuertes del álbum.  

Desgraciadamente “Out in the Country” rompe con el gran inicio del disco, y ya no se vuelve a recuperar del todo. Es un tema donde experimentan con ritmos reggae y tropicales con Blues. Desgraciadamente, incluso Real de Catorce ya demostró que estos géneros no se llevan muy bien que digamos, siendo Clapton el único que ha obtenido resultados decentes. La sección rítmica suena bien, pero la guitarra queda totalmente fuera de lugar a Tony Vierling no le quedan estos beats cálidos con esa voz invernal que tiene. Entiendo la idea de experimentar, y restarle un poco el aire tan solemne, pero la canción termina afeando el disco.

En “Sea and Sand” tenemos otra balada, donde los sintetizadores con ese efecto ochenterísimo dominan por completo. Esta vez el phaser de la guitarra sienta bien al mood etéreo de la canción. Pierre de nuevo se luce con los fills y cambios de beat. La canción es linda, pero la melodía no es muy memorable, ni tiene un estribillo fuerte. Incluso podemos percibir un error en los teclados al minuto 3, cayendo otro tono, justo tras el solo aflautado del Tucky. No es mala, pero no hay momentos climáticos y termina siendo demasiado larga.  

“Nothing More to Say” es un Rock Blues más o menos genérico, donde al menos tenemos de Nuevo la brillante guitarra del Tucky con distorsión y sin phaser. El tema sería el lado B del sencillo de 1978, lo que me da a pensar que el phaser fue exclusivo de las sesiones de los temas grabados en 1980. En el requinto de la sección media podemos seguir la depurada técnica del Tucky, aunque el solo se va difuminando en un error de producción. El tema es juguetón, con un buen ritmo, aunque tampoco es demasiado memorable.

Luego tenemos “Reflections”, el único tema escrito por Pierre Chaurand, quien se destapa en este disco no sólo como buen baterista, sino como compositor. Y desde inicio se nota que es una balada más pop y melosona que lo que acostumbran los Spiders. Tiene lindos arpegios y el Tucky se esfuerza en tratar de darle más filo en los solos, pero sí se nota una mayor carga pop en la estructura. No es que hayan llegado al nivel descarado de La Revo por esas fechas, pero se nota que no es de la autoría de Vierling.

Con “It’s Good To Have You Back”, regresamos a las influencias jazzies, comandadas desde las baquetas. La guitarra hace arañitas, mientras que el bajo va haciendo un elegante doble punteo. La canción tiene un aire de los 50’s, por momentos oscura, un poco más luminosa en el estribillo. El solo del Tucky se esfuerza por alejarse del Blues y acercarse más al Jazz, por lo que la parte central no es de sus mejores creaciones, pero el solo del cierre es más bluesero y mejora bastante. En general, como la mayoría de los temas medianos del disco, deja un buen sabor de boca, pero éste se difumina y olvida casi de inmediato.

El álbum cierra con “Can’t Wait Anymore”, otro Blues Rock más o menos genérico, con la batería agregando esta vez demasiados redobles que terminan resultando cansados en lugar de espectaculares. Lo bueno es que el Tucky anda inspirado y sin phaser, por lo que se discute casi de principio a fin con grandes arreglos que se roban los reflectores, mientras que Olivera hace otro gran performance, con incesantes escalas de bajo. El ritmo juguetón y la melodía acelerada le dan un aire más ligero, aunque insisto en que hay que seguir la guitarra. Mi única queja, además de que la batería resulta excesiva esta vez, es el cierre, de golpe y porrazo, como si de plano se les hubieran acabado las horas de estudio.

En fin, los Spiders terminarían su carrera discográfica con esta placa, que no podemos decir que sea mala, pero tampoco resulta brillante como los dos discos anteriores. Lo más destacado sigue siendo la guitarra del Tucky, uno de los más grandes virtuosos del Rock mexicano, y que aquí se hecha en hombros el disco entero y rescata incluso temas que hubieran sido muy sosos de no ser por su talento. El álbum es corto, pero variado y dinámico, alternando los temas lentos con los rápidos, de forma que no se hace cansado en absoluto. Lo mejor es cuando toda la banda se combina en ese gran nivel que les llegamos a conocer, sobre todo a inicio del disco, logrando una gran seguidilla que desgraciadamente, ésta vez no se mantiene durante todo el álbum. Con todo, es un disco que vale la pena escuchar, ya que pocos tocaban este blues en pleno 1980, y sobre todo, porque es un cierre más que digno a la carrera de unas leyendas como lo son Los Spiders.

Por Corvan

30-sep-17

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